El catedrático de Literatura Álvaro Ruiz de la Peña cierra esta serie escribiendo sobre «La balada del pitbull», primera obra del novelista gijonésDentro de la gran corriente realista, que atraviesa la historia de la narrativa española, desde el siglo XIX hasta los albores del siglo XXI, el realismo sucio, o «dirty realismo» de las literaturas sajonas, ha ido asentándose, como una nueva opciónestética, a partir de los años ochenta del pasado siglo en España. Y no sólo en el mundo de la prosa narrativa -novela y cuento-, sino en el del cine (con películas como «Barrio», «Vidas de perro», «Historias del Kronen» o «El Bola»), en el de la música (en todas las modalidades del neo-rock), la pintura (con distintos niveles de acomodación: Barceló, Sicilia, Chema Cobo, García Sevilla, etcétera).Diríase que la historia de la marginalidad, de las vidas que se sitúan fatal, y no voluntariamente, en las afueras del sistema, tiene hoy un interés renovado para el arte, como alternativa a la corriente del relato de personaje socialmente integrado, y al de las historias urbanas que refuerzan el sentido de pertenencia al grupo. Es, en este contexto, en el que se inscribe una novela como «Labalada del pitbull», de Pablo Rivero, una especie de relato «moral», armado con los elementos que configuran la única forma de moralidad posible en el mundo de la literatura: describiendo la realidad, o un segmento de la realidad o la realidad menos tangible, con la distancia y la frialdad propias del trabajo antropológico, de un observador que analiza, sin pasión, lo que tiene ante sí mismo, sinaparente compromiso, sin explicaciones ni comentarios con los que, muchas veces, el autor -por boca del narrador- nos hace llegar sus propias consideraciones éticas sobre los temas o asuntos que expone. En esta novela de Pablo Rivero, hay un narrador que cuenta, en primera persona, sus recuerdos infantiles y adolescentes, desde que al padre (un honrado trabajador al servicio de un empresario dedudosa ejecutoria) lo echan del trabajo, con lo que empieza a labrarse la desgracia de toda su familia. A través del «flash-back» narrativo, el protagonista que cuenta la historia va descubriéndonos un mundo devastado y hostil: el mundo de la vida que late en un barrio construido en los límites de la ciudad, el barrio de «las 2.000», que rápidamente identificamos con el existente de «las 1.500», en lazona alta de la ciudad, pórtico urbano de la antigua carretera de Oviedo .A partir de ahí, el autor nos descubre una galería de tipos humanos que conforman una especie de retablo suburbial del fracaso económico, social y cultural, en el modelo de desarrollo urbano del franquismo tardío, que se prolonga años más tarde con modelos similares, en plena restauración de la democracia liberal surgida afinales de los años setenta. La inestabilidad laboral, el desempleo, las drogas, la prostitución juvenil, las jergas, la desesperanza social en definitiva, son los elementos que configuran ese micro grupo social dramáticamente desvertebrado: un padre abusa sexualmente de su hija discapacitada; los adolescentes buscan hacer el coito con dolor para sus compañeras; unos jóvenes gitanos apalean, hastadejarlo agonizante, a un yonqui en el parque; muchachos que lamentan no haber grabado el suicidio de un vecino, para enviarlo al programa televisivo «Vídeos de primera»; profesores de instituto de baja por depresión; el protagonista asiste regocijado a la muerte de un niño de corta edad, destrozado por su perro pitbull (y conste que señalo sólo una breve muestra de este museo de los horrores).¿Cuáles son, entonces, los valores literarios de esta novela de Pablo Rivero? Creo que esos valores se distribuyen en dos niveles o estrategias constructivas. El primero tiene mucho que ver con la técnica narrativa que el autor utiliza, y con el punto de vista adoptado; para decirlo sencillamente, un narrador-protagonista, del que ni siquiera conocemos su nombre, cuenta en primera persona los...
Leer documento completo
Regístrate para leer el documento completo.