Novela
EL REGRESO
Respondiendo a una llamada silenciosa, Dios regresa cuando más se lo necesita
JOAN BRADY
Este libro fue pasado a formato digital para facilitar la difusión, y con el propósito de
que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más.
HERNÁN
Para descargar de Internet:
“ELEVEN” – Biblioteca del Nuevo Tiempo
Rosario – Argentina
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Dios en una Harley: El Regreso
©2002, Joan Brady.
Digitalizador:
Nascav (España)
L-08 – 20/12/03
Dios en una Harley: El regreso
2002 BY JOAN BRADY
By nascav
CONTRAPORTADA
Antes de conocer a Jim y enamorarse de él, Christine se había enamorado de su música.
Ahora es su marido, y está claro quenunca llegará a ser una estrella del rock. Su situación
económica no es muy buena. Ha pasado mucho tiempo desde que Dios la visitó –bajo la
insólita apariencia de un joven montado en una Harley Davidson- para indicarle el camino
hacia la felicidad con sus palabras sencillas y sabias. Tanto, que casi le parece un sueño.
Cuando se casó con Jim estaba segura de que jamás volvería a sentirse sola.Sin embargo,
el fuego de la relación se ha extinguido y percibe, con inquietud, que la vida se le escapa de
las manos. Se siente insegura en su papel de madre, agotada, desilusionada e insatisfecha.
La angustia que se acumula en su pecho está a punto de ahogarla. Ha olvidado que tiene un
amigo que nunca la abandonará y que responderá a su llamada silenciosa…
UNO
A las cuatro y media de lamadrugada, me levanté de la cama y me vestí apresuradamente en la oscuridad.
En fin, si es que a eso se le puede llamar vestirse. De hecho, alargué el brazo para agarrar el sujetador, me lo
abroché en la cintura y luego me lo subí y pasé los brazos por los tirantes. Todo sin quitarme la enorme
camiseta turquesa con la que dormía. Después me embutí en unos pantalones cortos de deporte, de esoselásticos, mientras metía los pies en un par de sandalias antediluvianas, que ya se habían amoldado a mis
juanetes.
Eché una rápida mirada a la amodorrada masa de extremidades y pelo alborotado que era mi marido
(aunque yo no debería hablar demasiado). El ojo inexperto podría creerlo casi en estado vegetal, pero yo sabía
por años de experiencia que hasta la más ligera llamada de los niños lehacía saltar de la cama disparado. Es
bueno para eso.
Me cepillé los dientes a la tenue luz de las farolas de la calle, que se filtraba por la ventana del cuarto de
baño. Después busqué a tientas un bote de crema hidratante y me unté una fina capa en la cara. Con las llaves
bien agarradas para que no hicieran ruido, me dirigí de puntillas hacia el portal, sorteé a la perra todavía
dormida ysalí a la bochornosa y húmeda mañana de Nueva Jersey.
Silenciosamente, pasé junto a la camioneta de Jim, de principios de los ochenta, y me fijé en que estaba
aparcada en un ángulo algo raro. Miré por la ventana de atrás y vi que no había descargado los instrumentos
musicales después del concierto de la noche anterior en el Harold's. Eso sólo podía significar dos cosas: que
había llegado a casamucho más tarde de lo normal y demasiado cansado para descargar el equipo o que se
había tomado unas cuantas copas con los chicos después de cerrar.
Probablemente ambas cosas.
Como de costumbre, la noche anterior yo había aparcado mi Toyota junto al bordillo, lo más lejos posible de
la caja de cerillas que teníamos por casa. Siempre me levanto temprano para hacer la compra en los
supermercadosque están abiertos toda la noche y no quiero que el ruido del viejo motor despierte a los niños.
Joey tiene nueve años y Gracie, siete, y para su edad tienen el sueño sorprendentemente ligero.
Giré la llave en el contacto y automáticamente apagué la radio. A buen seguro, ése sería el único momento
durante las próximas veinticuatro horas en el que tendría garantizada una absoluta soledad, y...
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