Novela

Páginas: 7 (1677 palabras) Publicado: 23 de febrero de 2014
El medico de los muertos
Durante muchísimos años, el pequeño cementerio había sido un verdadero lugar de reposo,dentro de sus amarillentos
paredones; detrás de la herrumbrosa y alta puertacerrada. Algunos arbole, entretanto, habían crecido; se había vuelto
coposos ycorpulentos; al mismo tiempo, la ciudad fue creciendo también; poco a poco fueacercándose al cementerio, y
acabó, finalmente, porrodearlo atrás, enclavadoen el interior de un barrio nuevo. Los muertos dormidos en sus fosas, no
sedieron cuenta de estos cambios, y siguieron tranquilos algunos años más. Pero,después, hubo sorpresas. La ciudad seguía
ensanchándose, año tras año, y por todaspartes se busca ahora, como el mas preciado bien, cualquier sobrante delterreno
aún disponible, para aprovecharlo y negociarlo; hastalos olvidadoscamposantos de otro tiempo, eran arrasados, excavados
y abolidos, para darasiento a modernas construcciones. Una noche llegaron, en doliente caravana,los muertos que habían
sido arrojados de otro distante cementerio (en donde unacompañía comenzaba a levantar sus imponentes bloques), y
pidieron sitio ydescanso a sus hermanos; estos refunfuñaron; pero les dieron puestos, alcaboestrechándose un poco, y
juntos durmieron todos nuevamente. Pero mas tarde aún,cuando fueron arregladas las calles adyacentes, el camposanto
vino a quedar maselevado que el nivel de la calzada, de modo que desde la calle podía verse unabrupto y rojizo talud, y
sobre éste, la vieja tapia del cementerio, coronadapor el follaje de los arboles y las enredaderas; brotaban éstas igualmente,
porentre elcarcomido resquicio del portón, y por todos lados alargaban sus brazosy sus ganchos y zarcillos, dispuestos a
agarrarse de lo primero que encontraronpara sostenerse y extenderse mas aún. Pronto pasaron por allí cerca losautobuses y
los camiones, y esto empezó a molestar mucho a los muertos, sobretodo a los que estaban enterrados del lado del barraco
que lidiaba la calle. Latierra se estremecíatrepidaba y los removía en sus fosas, cada vez que una deaquellas pesadas
maquinas pasaba. Ellos se daban vueltas, se tapaban los oídos,se acomodaban lo mejor que podían. Pero el poderoso y
confuso rumor de laciudad vino, al fin, a sacarlos de aquel inquieto sueño intermitente;empezaron, entre ellos, a cambiar
misteriosas señales subterráneas, y unanoche, previo acuerdo probablemente, salieronvarios muertos de sus tumbas,
yacordaron ir en busca del Celador del cementerio para exponerles sus quejas. Apoco andar, no sin sorpresa, descubrieron
que ya no había Celador, ni capilla,ni nada que se les pareciera. El camposanto había sido clausurado, esto eraevidente,
desde incontables años atrás, y nadien del mundo de los vivos entrabanunca allí…
Kenessys- Esto a cambiadomucho (echando unvistazo en su alrededor)… Recuerdo muy bien que cuando a mime vinieron
a enterrar, quede material mente cubierto de rosas, azucenas yjazmines del Cabo; no veo ahora ninguna de estas flores
aquí; solo paja; paja yverdolaga, e insignificante florecillas, de esas que no tienen nombre alguno…
Martin- Mi tumba!! Era unriente jardín; mil flores lo adornaban; daba gusto sentirse ahí debajo. Nopodía yoverlas ni
deleitarme con su aroma y sus colores; pero, en cambio, paseaños y años entreteniéndome, viendo desarrollarse y avanzar
las miles y milesde raíces que crecían junto a mi fosa. Nada hay tan interesante y apropiadopara un buen observador
subterráneo; el crecimiento, el forcejeo, los juegos ylas luchas de las raíces entre sí; sus tácticas y astucias; constituyeron
elapasionante espectáculoque puede contemplarse bajo la faz de la tierra. Casiun siglo he pasado yo observándolo, y no me
parecen mas que cortos minutos.Pero ocurrió, finalmente algo tremendo… Una enorme raíz, un verdadero y
gigantesubterráneo que desde hace unos sesenta años se acercaba a paso lento ycauteloso, acabó por llenar completamente
el sitio, desalojando y empujando atodas las demás raíces, grandes o...
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