Nuedo doc
celeste.
Alentrar al corralón sintió un aire opresor, resistente, que lo obligó a detenerse. Era como si allí, en el dintel, terminara un mundo y comenzara otrofabricado de barro, de rugidos, de absurdas penitencias. Lo sorprendente era, sin embargo, que esta vez reinaba en el corralón una calma cargada de malospresagios[54], como si toda la violencia estuviera en equilibrio, a punto de desplomarse[55]. El abuelo, parado al borde del chiquero, miraba hacia el fondo. Parecíaun árbol creciendo desde su pierna de palo. Enrique hizo ruido pero el abuelo no se movió.
– ¡Aquí están los cubos!
Don Santos le volvió la espalda yquedó inmóvil. Enrique soltó los cubos y corrió intrigado hasta el cuarto. Efraín apenas lo vio, comenzó a gemir:
– Pedro... Pedro...
– ¿Qué pasa?
–Pedro ha mordido al abuelo... el abuelo cogió la vara... después lo sentí aullar.
Enrique salió del cuarto.
– ¡Pedro, ven aquí! ¿Dónde estás, Pedro?
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