Nuestra Copia feliz del Eden

Páginas: 5 (1079 palabras) Publicado: 7 de mayo de 2013
Nuestra copia feliz del Edén.

Nosotros éramos niños que jugábamos a tener futuros, futuros que ya estaban de antemano comercializados y a los que sólo podían acceder aquellos iluminados por la gracia divina del billete, pero al menos se nos permitía soñar. Hijos bastardos de idealismos heredados, vivimos bajo las postreras horas de días en donde un viejo de uniforme y lentes gritabaconsignas patrióticas que no nos importaban y un cura de cara deforme asustaba nuestras noches con sus loas a un país que ya era tierra de nadie.
Vivíamos también bajo la tutela de la tele, que repetía los mismos capítulos de los dibujitos animados a falta de novedad, libros groseramente intervenidos en sus contenidos, mapas con fronteras fantasiosas y esa prohibición terminante de mirar por lasventanas después de las nueve de la noche, porque la noche era de los malos y quien se atrevía a salir a ella, muchas veces no volvía para contarlo.
Entonces, era mi abuela la que me contaba historias para acallar esos temores infantiles y un poco alejarme de esos ruidos nocturnos que se tejían después de que el sol caía. Inocentes éramos a los ruidos de balazos, a los pasos apresurados por calles ytechos de fugitivos que buscaban el amanecer, a las frenadas de autos que ahogaban los gritos con los que algunos clandestinos llamaban a la libertad, guiándola, con panfletos que yo coleccionaba como papeles de colores donde dibujar, con chispazos molotov e imágenes de Victor Jara y Clotario Blest que aparecían de pronto en los muros de los edificios donde se veían ventanas quemadas e impactos debala.
Lejos de todos esos intereses de poder, nuestra generación fue marcada por el miedo: el miedo a la información, el miedo a los militares, el miedo a los autos, a los flashes noticiosos, a las caras tristes en un país donde era una imposición la sonrisa, una sonrisa forzada a punta de bala que decía: “Sí, estamos todos bien, no necesitamos nada, salvo lo que nos dicen que necesitamosnecesitar”.
Y, más allá de todos esos eventos políticos, nos inculcaron la culpa, ese sentirnos merecedores del castigo, a pesar de que nunca nos explicaron las razones. Quizás por lo mismo, otro de los comunes denominadores en mi generación es su relación ciclotímica con el disfrute: o lo negamos completamente o nos abrazamos autodestructivamente a él. Nunca pudimos establecer una relación sanaporque no lo conocimos desde siempre, cualquier cosa que obteníamos era fruto del esfuerzo del otro y por lo tanto, digna de ese sacrosanto respeto que muchas veces nos hacía dejarla en la caja sin abrir, en contraste con esa eterna fiesta del despilfarro que nos trataban de imponer esos nuevos programas infantiles, donde todo era motivo para regalar a manos llenas: bicicletas, consolas de video juegosy esas chucherías importadas que nadie sabía para que servían.
Entonces yo me encontré con el arcón de libros de mi abuelo, un pasaje barato a un mundo inmenso que no podía recorrer porque el mundo real era más peligroso que el mundo de la mente. ¡Oh paradoja de paradojas, esos libros fueron considerados la causa de la persecución de mi abuelo, tan peligrosos como armas de destrucción masiva!Libros de filosofía, psicología, política y de historias viejas que contaban en los campos recopiladas por manos amorosas de gente que quería que todos leyéramos y que termino muerta en algún basural. Esos libros censurados, hermosamente ilustrados que mostraban gente feliz que trabajaba codo a codo y que hoy me pregunto qué fue de ellos.
En cuanto a la escuela, los directores aun seguíanmanteniendo esas tradiciones cívicas que los militares inculcaron: días lunes invernales, donde todos formados en fila cantábamos el himno nacional y escuchábamos esas charlas interminables en las que nos instaban a agradecer por aquellas bondades que el país nos ofrecía, pero a las cuales nosotros, por ser chicos de clase media no podíamos acceder, porque ser de clase media era ser casi proscrito,...
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