Nuestra pertenencia a Europa, de la que nos sentimos legítimamente orgullosos, trae muchas ventajas, pero también puede conducir a un cierto grado de especialización de los países miembros. Esprevisible, por ejemplo, que los recursos europeos destinados a favorecer el ocio de los ciudadanos lleguen con más facilidad a España, que parte en este terreno de una posición en ventaja. Pero tampocoes improbable que los destinados al fomento de la ciencia acaben primordialmente en países con mayor adelanto científico y tecnológico. De hecho, ya está ocurriendo así, y no es descabellado imaginarque, dentro de unas décadas, un español que desee trabajar como investigador en un campo, no pueda hacerlo en España, como puede ocurrir hoy en un pequeño pueblo de nuestra geografía. Quizá, cuandollegue ese momento, el hecho se acepte con naturalidad. Sin embargo, el riesgo de convertirnos en un país subsidiario en la creación de conocimiento y privado de una fuente de formación y progresosocial tan importante como es la investigación científica, resulta demasiado incierto, como para no tratar de evitar tal situación. La ciencia española ocupa hoy un lugar en el mundo con el que apenasnos atrevíamos a soñar hace apenas dos décadas. Por eso, no sería justo ni objetivo caer en lugares comunes, tales como que en España no puede hacerse investigación científica o que ésta estáglobalmente desprotegida. Sin embargo, la endeble infraestructura científica nos coloca en una posición de desventaja frente a los acelerados cambios en las tendencias y maneras de hacer ciencia que seestán produciendo en los países avanzados. Ya no se trata únicamente de llevar a cabo investigación, sino de que ésta proporcione también la rentabilidad social y económica que requiere el ritmo de lostiempos. El objetivo en suma es lograr una presencia española en el ámbito científico europeo, para nuestro progreso económico y social. De no conseguirlo, nos arriesgamos a perder una vez más la...
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