Obra: El medico de los muertos

Páginas: 8 (1919 palabras) Publicado: 20 de enero de 2014
EL MEDICO DE LOS MUERTOS
Durante muchísimos años el pequeño cementerio había sido un verdadero lugar de reposo, dentro de sus amarillentos paredones, detrás de la herrumbrosa y alta puerta cerrada. Algunos árboles, entretanto, habían crecido; se habían vuelto coposos y corpulentos; al mismo tiempo la ciudad fue creciendo también; poco a poco fue acercándose al cementerio, y acabó, por rodearloy dejarlo atrás, enclavado en el interior de un barrio nuevo. Los muertos, dormidos en sus fosas, no se dieron cuentas de estos cambios, y siguieron tranquilos unos años más. Pero, después hubo sorpresas. La ciudad seguía ensanchándose, año tras año, y por todas partes se buscaba ahora, como el más preciado bien, cualquier sobrante de terreno aun disponible, para aprovecharlo y negociarlo; hastalos olvidados camposantos de otro tiempo, eran arrasados, excavados y abolidos, para dar asiento a modernas construcciones. Una noche legaron, en doliente caravana, los muertos que habían sido arrojados de otro distante cementerio (en donde una Compañía comenzaba a levantar sus imponentes bloques), y pidieron sitio y descanso a sus hermanos; estos refunfuñaron; pero les dieron puesto, al cabo;estrechándose un poco, y juntos durmieron todos nuevamente. Pero más tarde aún, cuando fueron arregladas las calles adyacentes, el camposanto vino a quedar mucho más elevado que el nivel de la calzada, de modo que desde la calle podía verse un abrupto y rojizo talud, y sobre éste, la vieja tapia del cementerio, coronada por el follaje de los árboles, y las enredaderas; brotaban éstas, igualmente porentre el carcomido resquicio de portón, y por todos lados alargaban sus brazos y sus ganchos y zarcillos, dispuestos a agarrarse de lo primero que encontraran para sostenerse y extenderse más aún. Pronto pasaron por allí cerca los autobuses y los camiones, y esto empezó a molestar mucho a los muertos, sobre todo a los que estaban enterrados al lado del barranco que lindaba con la calle. La tierrase estremecía, trepidaba y los removía en sus fosas, cada vez que una de aquellas pesadas máquinas pasaba. Ellos se daban vuelta, se tapaban los oídos, se acomodaban lo mejor que podían. Pero el poderoso y confuso rumor de la ciudad vino, al fin, a sacarlos de aquel inquieto sueño inminente; empezaron, entre ellos, a cambiar misteriosas señales subterráneas, y una noche, previo acuerdoprobablemente, salieron varios muertos de sus tumbas, y acordaron ir en busca del Celador del cementerio para exponerle sus quejas. A poco andar, no sin sorpresa, descubrieron que ya no había celador, ni capilla, ni nada que se le pareciera. El campo santo había sido clausurado desde incontables años atrás, y nadie del mundo de los vivos entraba nunca allí…
-Esto ha cambiado mucho, mucho… -Dijo una de losdifuntos, echando un vistazo alrededor-. Recuerdo muy bien que, cuando a mi me trajeron a enterrar, quede materialmente cubierta de rosas, azucenas y jazmines del Cabo; no veo ahora ninguna de estas flores por aquí; solo paja; paja y verdolaga, e insignificantes florecillas, de esas que no tienen nombre alguno…
-Mi tumba –dijo otra- era un riente jardín; mil flores lo adornaban; daba gustosentirse ahí debajo. No podía yo verlas ni deleitarme con su aroma y sus colores; pero en cambio pase años y años entretenido, viendo desarrollarse y avanzar las mil raíces que crecían junto a mi fosa. Nada hay tan interesante y apropiado para un buen observador subterráneo; el crecimiento, el forcejeo, el juego y las luchas de las raíces entre sí; sus tácticas y astucias, constituyen el másapasionante espectáculo que puede contemplarse bajo la tierra. Casi un siglo he pasado yo observándolo, y no me parecen más que cortos minutos. Pero ocurrió, finalmente, algo tremendo… Una enorme raíz, un verdadero gigante subterráneo que desde hacía unos setenta años se acercaba a paso lento y cauteloso, acabo por llenar completamente el sitio, desalojando y empujando a todas las demás raíces, grandes o...
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