obra

“ALBORDE DEL ABISMO”
Recostado ahí: en el asiento trasero del coche, el cabello rubio alborotado y los ojos añiles entrecerrados, pequeños suspiros entre una respiración estable, sus brazos descansando a los costados de su cuerpo, una rodilla levemente flexionada y la otra estirada. Se remueve tratando de buscar más comodidad en ese pequeño espacio, no lo logra, se lleva una de sus morenasmanos a la frente para cubrirse un poco de las luces del alumbrado público que se ven como pequeños resplandores que encandilan debido a la velocidad a la que maneja el conductor. No sabe desde que momento del día se comenzó a sentirse agotado, ahora esta tan débil que no cree posible que pueda bajar del auto por su propia cuenta. A tientas busca su celular con su mano sin bajar la que cubre sufrente. Lo halla, lo alza a la altura de sus ojos y lee la hora… ¿tampoco tiempo ha pasado? Otro suspiro sale por sus labios resecos y deja caer su brazo sin ningún cuidado haciendo que un ligero dolor se apodere de sus nervios, el celular provoca un eco al caer al suelo y él se voltea quedando con la cara justamente enfrente del respaldo del asiento trasero. Intenta dormir un poco mientras el cochellega a su destino, pero la zozobra amenaza con afrentar su frágil y para nada estable conciencia, sus ojos inmersos en lo ilícito y llenos de conmiseración propia lo traicionan en el recuerdo que lo atormenta. Con sus manos toma sus piernas, las acerca lo más posible a su pecho y las termina abrazando con esas dos extremidades flageladas por la miseria. Cerro sus parpados, el piano lo cobijo conuna manta resplandeciente en esa fría y lluviosa noche, el agudo y melancólico sonido del violín solo lo convenció más de su existencia absurda en la tierra, la guitarra con un poder ambiguo le hizo esbozar una desoladora sonrisa que culmino en un engaño para el mismo, ahora… después de todo… se daba cuenta que siempre estaría solo… Jenks se había ido. —Llegamos… Ixca, Ixca despierta —dijoremoviendo suavemente el hombro del cuerpo que se encontraba inerte frente a los ojos de Harahel—. Vamos, levántate, tienes que dormir en una cama. Harahel lo miro con desconsuelo, la mirada de Ixca estaba ausente, sus ojos azules estaban eclipsados por la obscuridad, una abrumadora y devastadora obscuridad que lo tenía inmerso en un dolor que muy pocos sabrían explicar. Pero jamás le tendría lastima alque consideraba su gran amigo, al observar como el chico con una parsimonia asombrosa se sentó, dejo de cavilar y decidió ayudarlo a superar lo que lo tenía anclado a un tortuoso recuerdo… aun, aún permanecía aquella imagen que le hacía recorrer un estremecimiento por toda la columna vertebral, sentir calosfríos. Para Ixca —pensó— ha de ser como recorrer los nueve infiernos en un efímero segundo.Ixca voltio lentamente, algo se había colocado sobre su mano, algo cálido que lentamente se fue enfriando, era la mano de aquella persona que lo tomo fuertemente, le paso su brazo por los hombros y sin pedirle permiso lo alzo para después bajarlo del auto. Al llegar a la respectiva habitación del blondo Harehel lo recostó lentamente sobre la cama, esté observo como se tomaba sus rodillas con susbrazos para acercarlas a su pecho quedando finalmente en posición fetal. Su flequillo le cubría sus ojos, podría jurar que estarían hinchados y lacrimosos de tanto llorar. —Estaré en la sala, si necesitas algo solo dime —sabía que no podía decirle; “¡Hey, vamos a divertirnos, no estés triste y sonríe!” eso era algo estúpido, es algo lógico que tenía que llorar y aceptar que ella…, que ella se habíaido, tenía que asimilar su partida. —Vete… —dijo en un susurro casi imperceptible para el oído de Harahel. —¿Qué has dicho? —dijo acercándose lentamente al catre de la cama, estaría dispuesto a alentar el tiempo que sea necesario a su amigo. Vio unas mantas en el buró de la recamara y las tomo entre sus manos con la banal idea de cobijar a Ixca, la temperatura había descendido y lo que menos...