ocio
por J. Pieper
Un impaciente diría: ¡Vamos! ¿No sabe ya todo el mundo lo que es una fiesta? Y no le faltaría algo de razón al hablar así. «Yo solamente lo sé mientras nadie me lo pregunte; en cuanto intento explicárselo a alguien que me interroga, ya no lo sé.» Esta frase de las Confesiones de Agustín expresa con exactitud nuestra dificultad, aunque en sucontexto propio no se refiera al concepto de fiesta. Se trata de formular en palabras precisas lo que todos sabemos ya y damos a entender en nuestro lenguaje común. Hoy en día somos «interrogados» con insistencia no sólo acerca de lo que es una fiesta, sino aún más sobre los prerrequisitos humanos de su realización.
«Lo difícil no es celebrar una fiesta, sino encontrar quienes se alegren conella.» El hombre que hace ya casi un siglo anotaba esta idea era Friedrich Nietzsche; lo genial en él reside, como una vez más se pone aquí de relieve, en una extremada sensibilidad para lo que se revela de modo encubierto. La frase citada significa que la fiesta se halla en vías de hacerse imposible, pues resulta bien claro que no por «poderse celebrar» ya se convierte una fiesta en fiesta.
Pero«celebrar una fiesta» ¿no es lo mismo que «concederse un día bueno»? Y ¿no lo entendemos todos así? Todos también debemos estar dispuestos a responder a otra serie de preguntas algo más profundas:
¿Qué es «un día bueno»?; ¿existe tal cosa?; ¿no será acaso el día de trabajo el único «día bueno»?
Nadie puede dar una respuesta a esas preguntas sin una concepción precisa del hombre. Lo que estásobre el tapete es la consumación de la existencia humana y en qué forma ha de realizarse. Es inevitable, pues, que entre en juego la idea que uno tiene del «último destino» del hombre, llámese «vida eterna», «bienaventuranza», «paraíso», etc.
Como bien sabemos, nuestra tradición designa este fin supremo y consumación de la existencia humana por el nombre de visto beatifica, «visión beatífica»o, en otras palabras, «contemplación dichosa». Ello quiere decir que el grado más alto a que puede llegar nuestra existencia, la perfección pura y simple de nuestro hacer vital, la satisfacción definitiva de todo deseo y la participación sin reservas en la plenitud de vida adoptan la forma de visión; o, por expresarlo más exactamente, que todo eso se realiza en la percepción contemplativa de lacausa primera y divina del mundo.
Por lo demás, la tradición general a este respecto se remonta a épocas mucho más lejanas que las del cristianismo e incluso, con bastante probabilidad, a tiempos prehistóricos. Algunas generaciones antes de Platón, el griego Anaxágoras respondía así a quienes le preguntaban para qué había nacido: «Para contemplar.» En el Banquete platónico, Diotima se expresaen palabras bien claras acerca del concepto de visión beatífica: «Si la vida vale para el hombre la pena de ser vivida, es porque puede contemplar la belleza divina y, de esta suerte, alcanzar la inmortalidad.»
Mas no se trata aquí únicamente de escatología, no sólo se dice algo sobre la plenitud final de la existencia «en el más allá». Se habla también, al propio tiempo, del hombre corporale histórico, afirmando que por naturaleza aspira a ver, encontrando en ello su reposo. También en su existencia terrena la suprema felicidad humana adquiere la forma de visión, de contemplación. «Preferimos ver a toda otra cosa.» Así reza una de las primeras sentencias de la Metafísica de Aristóteles. Y Pierre Teilhard de Chardin se sitúa en la misma tradición cuando, en su memorable ysorprendente prólogo al libro El fenómeno humano, que lleva por título Ver, declara que toda la vida viene a contenerse en la visión y que toda la historia del cosmos se reduce a «la elaboración de ojos cada vez más perfectos».
De ahí debemos concluir que en el concepto de fiesta entra por necesidad algún elemento de contemplación. Ésta no se entiende como esfuerzo de una mente argumentadora,...
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