Octavio paz el laberinto de la soledad
EL LABERINTO DE LA SOLEDAD
OCTAVIO PAZ
En todas sus dimensiones, de frente y de perfil, en su pasado y en su presente, el mexicano resulta un ser c%rgado de tradición que, acaso sin darse cuenta, actúa obedev#iendo a la voz de la raza. El autor analiza con singular pene fación diversas expresiones, actitudes característi( 1 . Vifencias distintivas para llegar al fondo anímicodonde se han originado. Las "secretas raíces" conservan ligaduras que atan al hombre con su cultura, adiestran sus reacciones y, al darle su conformación definitiva, sustentan la armazón interna de¡ espíritu nacional, latente en el trasplantado, manifiesto dentro de nuestras fronteras, eficaz siempre.
La prosa de Octavio Paz, al mismo tiempo justa y llena de sugerencias, encadena en la mitología yen la historia aburt-' dantes. aciertos expresivos. Si el tema puede encuadrarse dentro de la filosofía y de la ciencia social, las virtudes comunicativas del autor trascienden los límites tradicionales de esas disciplinas mediante imágenes felices, riqueza de lenguaje y agilidad estilística. Intuición, asimilación histórica y sensibilidad cultivada son características salientes de estaobra, que todo mexicano debería conocer y meditar, y que por ello mismo se ofrece ahora en edición popular.
FO N D u-, C) E C U A E CO N 0 M 1 C A
COLFCCIóN POPULAR
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EL LABERINTO DE LA SOLEDAD
OCTAVIO PAZ
EL LABERINTO DE LA SOLEDAD
COLECCION
POPULAIL
FONDO DE CULTURA ECONóMICA
mfmco
Primera edición (Cuadernos americanos), 1950 Segunda edición, revisada yaumentada (Vida y Pensamiento de México), 1959 Primera reimpresión, 1963 Segunda reimpresión, 1964 Tercera reimpresión, 1967 Cuarta reimpresión, 1968 Quinta reimpresión, 1969 Sexta reimpresión, 1970 Primera reimpresión (Colección Popular), 1972 Segunda reimpresión, 1973 Tercera reimpresión, 1973
D. R. tra parte, la muerte nos venga de la vida, la desnuda
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de todas susvanidades y pretensiones y la convierte en lo que es: unos huesos mondos y una mueca espantable. En un mundo cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo único valioso es la muerte. Pero afirmamos algo negativo. Calaveras de azúcar o de papel de China, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones populares son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería einsignificancia de la humana existencia. Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el dia de los Difuntos panes que fingen huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que rie la muerte pelona, pero toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? No hemos inventado una nueva respuesta. Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos dehombros: ¿qué me importa la muerte, si no me importa la vida?
El mexicano, obstinadamente cerrado ante el mundo y sus semejantes, ¿se abre ante la muerte? La adula, la festejal la cultiva, se abraza a ella, definitivamente y para siempre, pero no se entrega. Todo está lejos del mexicano, todo le es extrafio y, en primer término, la muerte, la extroib por excelencia. El mexicano no se entrega ala muerte, porque la entrega entraña sacrificio. Y el sacrificio, a su vez, exige que alguien dé y alguien reciba. Esto es, que alguien se abra y se encare a una realidad que lo trasciende. En un mundo intrascendente, cerrado sobre si mismo, la muerte mexicana no da ni recibe; se consume en sí misma y a sí misma se satisface. Así pues, nuestras relaciones con la muerte son íntimas -más M'timas,...
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