Oid Mortales Piadosos

OÍD MORTALES PIADOSOS
A PROPÓSITO DE LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO

Por Fray Duván Arley T. García, ofm
Estudiante de Teología-Escuela Juan Duns Escoto ntre los muchos recuerdos de infancia, uno de los más preciados que tengo son las visitas semestrales a la casa de la abuela en una lejana vereda antioqueña. Aquellos viajes estaban envueltos en un áurea mágica, mezcla de fascinación, misterio ynovedad, magnificada en la mente propia de aquellos que aún pueden contar sus años con los dedos de las manos. La habitación de mi abuela estaba tapizada por cuadros de santos, que parecían seguirme con su mirada en cualquier dirección que me moviera. Uno de aquellos cuadros llamaba la atención, no sólo porque siendo el más grande, ocupara el lugar central, sino porque su sola contemplación mellenaba de horror y de miedo: la Virgen del Carmen rodeada de las ánimas de purgatorio. Crecí con animadversión por esta imagen y cualquier cosa que se le relacionara, animadversión que se acentuó aún más cuando murió mi tío y teniendo sólo doce años me tocó presidir la novena de las ánimas. Aquellas palabras repetidas con un dejo angustioso: “Oíd mortales piadosos y ayudadnos a alcanzar, que Dios lassaque de pena y las lleve a descansar”, mezcladas con el ya miedo de antaño, me alejaron definitivamente de una de las devociones más importantes de nuestro pueblo.

Esta animadversión debe hallar múltiples explicaciones que escapan a mi interés en este momento, quizás ancladas en el natural miedo a la muerte, en el espanto de las historias de apariciones y tormentos que sobre las ánimas mecontaba mi abuela, o sencillamente a que soy hijo de una época híbrida muy distante de la que la vio nacer a ella. Curiosamente, se da en la sociedad actual, a la que algunos llaman “postmoderna” o “transmoderna”, una paradoja más o menos disimulada con respecto a los difuntos. Por una parte, las antiguas creencias en “ánimas” y “espantos” van quedando en descrédito ante el secularismo y laincredulidad; pareciera que hablar de “purgatorio” es un capítulo superado de la historia. Y, sin embargo, se constata a diario nuestra imposibilidad por liberarnos de la incertidumbre que produce el hecho cotidiano de la muerte. He vivido mi vida en tres lugares distintos de Colombia: Medellín, Cali y el Putumayo. En los tres lugares hay muchas cosas comunes con respecto a los muertos y sus “almas”. Undato notable es que la mayoría de las misas se ofrecen “por el eterno descanso del alma de N.N.”1 En Medellín y Cali he sido testigo del culto a los muertos que se ofrece el 2º de noviembre cuando se decoran los cementerios, y de muchas personas que “piden” a sus seres queridos difuntos favores e intercesiones. Mientras se realizan las honras fúnebres, la gente suele poner un vaso de agua debajodel ataúd, y existen rituales fijos en caso de la aparición de un ánima: uno debe preguntar solemnemente: “De parte de Dios Todopoderoso, ¿quién eres y qué deseas?”. Recientemente he re-escuchado, ya con oídos de adulto, las antiguas historias de la abuela con respecto a los muertos, como la historia del “ánima sola” o aquellas de personas que vienen a avisar que ya han salido del purgatorio o queaún no han salido y vienen a pedir oración, que se aparecen entre sueños o hacen mover puertas, oír pasos, cantar a las aves o se dejan ver en forma de luces tenues en las noches. Descubro que lo que ella narra con tanto “cencerro” (al decir de los paisas), es un rasgo muy marcado de la espiritualidad viva y cotidiana de nuestro pueblo urbano, tanto en Medellín como en Cali. Sin embargo, en donde hevisto más arraigada la tradición con respecto a las ánimas es en medio de los indígenas ingas de Yunguillo y Kamëntsá de Sibundoy (Putumayo). Para no llevar este pequeño ensayo a las proporciones de un gran informe, me contento con mencionar solo dos tradiciones muy fuertes entre las comunidades indígenas: a) el permanente luto, que no se exterioriza sólo en la ropa negra de las viudas, sino...