Ojo por ojo...ojo cuadrado

Ojo por ojo, ojo cuadrado
Armando Vega-Gil

Pepe Pez tiene un ojo muerto, cascado de tanto jugar a las canicas con él. ¡Chiras Pelas! Matar de uñita. Pero para mandar a calacas y palomas a los demás y apropiarse del botín de cadáveres bombona, difuntos tréboles, agüitas y cuiras fallecidas, para hacer de las bolsas del pantalón del uniforme costalitos pesados de tanta cuenta de cristalpulido, hay que atinarle al hoyo. ¡Entrus! Tu ojo de canica está muerto y con él resucitas y te da el poder de los zombis, de los muertos vivientes. El hoyo es la tumba, y ya veo a Jesucristo jugando con su ojo de vidrio. ¡Chin!, y yo que en clase no podía dejar de ver cómo José Pescado me veía sin verme con sus ojéis de a mentis, con su pupila inmóvil y el párpado arrugado.
Y es que la maestraConcha nos explicó que cuando la luz es mucha, el iris se cierra para dejar pasar apenas un chisguetito de fotones, leve pero suficiente como para ayudarnos a esquivar los objetos a nuestro paso y no andar dando palos de ciego. Si es poca, la pupila se abre igual que boca de ahogado para recoger los dos-tres mendrugos de luz que nos dejan ver las cosas de este mundo: mi pupitre, un compás, el libro decivismo, mis crayolas de a peso. Pero el ojo muerto de Repescado tiene la pupila tiesa, siempre del mismo pinche tamaño, sea de noche, sea de día. Abierto pero que el hocico de un huachinango, turbio, opaco, ojo de róbalo, jediendo a kótex de mi hermana.
¡Guacala!, mi papá se traga los ojos de las truchas que mamá le fríe en Semana Santa. A mí me dan ganas de vomitar cuando los mastica. Diceque saben a chiclito, y entonces me imagino que también le da sus chupadotas al ojo de José Poca Luz, y veo a mi pa cómo se relame de los bigotes lagañas verdes, lagañas amarillas, lagañas azul-Volkswagen. Y, ¡charros!, ahí está mi progenitor fregando siempre a media comida: “¿Cuándo aprenderás a comer como la gente, chamaco mañoso?”; y, va que va, mi pa estira su brazote-australopitecus porencima de la mesa y arranca de un tenedorazo la cabeza de mi pescado al mojo de ajo, tan relleno de espinas, y se traga a sorbidas los ojos que me ven sin ver, como los del pinche Pepe. Y más asco me da desde que me salió en las patas un hongo hecho de pura comezón y cueros; y, viene que viene, mi amá me dice: “Te salió un ojo de pescado”. Así que rebauticé a José como el Ojo de Piescado. Él llorabacomo una niña con la niña del único ojo que tenía, así que lo volvimos a reapodar con los motes del Ojo de Pescada, Ojo de Mantarraya, Ojillos de Jaiba.
Así llegó el día en que me echó una de sus miradas que matan, ¡qué exagerado!, nomás porque yo les había chismeado a los del salón que él, en el baño, se había sacado la canica oftálmica del hoyo de su jeta para lavarla a lambidas. “¿Qué haces,pinche cíclope marrano?” “Es que me entró una basurita…” Esa vez lo apodamos el Chupaojitos. Como era de esperarse, el Ojo de Escopeta se volvío malo-malo; tan malo que su sobrenombre cambió simplemente al de El Ojete.
Bueno, pues así las cosas, el otro día, a media carcajada general, cuando le recité aquel nuevo refrán que reza: “Ojos que no ven, canica que no siente”, nos advirtió, echandoespumarajos por la bocota, que iba a averiguar quién lo había entuertecido, y que iba a dejarlo ciego de los dos ojales, porque en el reino de los ciegos, el tuerto es güey. Y fue ahí cuando me cagué. Y cuando digo “me cagué”, no estoy haciendo una metáfora poética ni refiriendo una fórmula retórica: me cagué de caca. Sí. Y bajé corriendo al baño aquel donde Pepe Pies se chupó el ojo de vidrio. Y esque, a primera vista, yo fui el que le dejó el de pipizca a media asta. Hace seis meses. ¡Mala onda!, pero juro que fue sin querer… Bueno, sin querer mucho. Estábamos jugando a las escondidillas, y el buey se había resguardado tras una montaña de tubos galvanizados, tubos quesque para cambiar las instalaciones del agua potable y de los escusados, que ya estaban muy retacadas. Por los huequitos...