Ojos de fuego
fuego a distancia, desde inofensivas fogatas hasta hogueras inmensas, capaces de arrasar grandes extensiones. Y si posee
estas capacidades a los siete aos, horroriza pensar qué podrá hacer cuando sea adulta. Aunque, la verdad, tiene muy pocas
probabilidades de llegar a laedad adulta. Porque La Tienda, el ultrasecreto servicio estadounidense encargado de efectuar
investigaciones científicas y paracientíficas para aplicarlas a las guerras frías, tibias o calientes, ha decidido estudiarla y
eliminarla, tal como estudió y eliminó a sus padres después de haberlos utilizado como cobayas humanos.
Y el horror se vive, se masca. Porque el verdadero horror procede de lasparadojas de la situación, de una hermosa nia
dulce y desamparada, que necesita protección pero que posee una inmensa capacidad destructora, y de una organización
gubernamental, dedicada a la investigación científica, que emplea sus mejores hombres y sus mayores recursos en la tarea
de localizar y asesinar a una niita de siete aos de cuyas facultades paranormales es responsable y de cuya actuaciónfutura
no quiere responsabilizarse.
Stephen King
Ojos de fuego
e PU B r2.0
G ON Z A L EZ 02.03.13
Título original: Firestarter
© 1980, Stephen King
Traducción: Eduardo Goligorsky
ePub base r1.0
A la memoria de Shirley Jackson,
que nunca necesitó levantar la voz.
Nueva York / Albany
1
—Estoy cansada, papá —dijo impacientemente la niña de los pantalones rojos y la blusa verde
—. ¿No podemosdetenernos?
—Aún no, cariño.
Era un hombre corpulento, de anchas espaldas, y vestía una chaqueta de pana, usada y raída, y
unos sencillos pantalones deportivos de sarga marrón. Él y la niña caminaban cogidos de la mano,
calle arriba, por la Tercera Avenida de la ciudad de Nueva York, deprisa, casi corriendo. Él miró por
encima del hombro y el coche de color verde seguía allí, rodando lentamente porel carril contiguo al
bordillo.
—Por favor, papá. Por favor.
La miró y vio que estaba muy pálida. Tenía ojeras. La alzó y la sentó sobre el hueco del brazo,
pero no sabía cuánto tiempo podría continuar así. Él también estaba cansado, y Charlie ya no
pertenecía a la categoría de los pesos pluma.
Eran las cinco y media de la tarde y la Tercera Avenida estaba atestada. Ahora cruzaban las calles
quecorrespondían al final de la decena numerada con el sesenta, y las trasversales eran más oscuras y
estaban menos concurridas… Pero eso era precisamente lo que temía.
Tropezaron con una señora que empujaba un carrito cargado de provisiones.
—Eh, miren por dónde caminan, ¿quieren? —exclamó, y desapareció, devorada por el enjambre
humano.
Se le estaba cansando el brazo, y pasó a Charlie al otro.Volvió a mirar por encima del hombro y
el coche verde seguía allí, siempre a sus espaldas, a unos cincuenta metros. Había dos hombres en el
asiento delantero, y le pareció vislumbrar a un tercero atrás.
¿Qué haré ahora?
No supo qué contestar. Estaba exhausto y asustado y le resultaba difícil pensar. Lo habían
pillado en un mal momento y probablemente esos hijos de puta lo sabían. Lo que deseaba hacerera
sentarse, sencillamente, en el bordillo mugriento, y desahogar su frustración y su miedo, llorando.
Pero ésta no era la respuesta. Era un hombre adulto. Debía pensar en los dos.
¿Qué haremos ahora?
No tenía dinero. Probablemente, éste era el principal problema, después del que planteaban los
hombres del coche verde. En Nueva York no podías hacer nada sin dinero. Allí las personas sin
dinerodesaparecían. Se las tragaban las aceras y nadie volvía a verlas nunca.
Echó otra mirada hacia atrás, vio que el coche verde estaba un poco más cerca, y el sudor le
chorreó más copiosamente por la espalda y los hombros. Si ellos sabían tanto como lo que él
sospechaba que sabían, si sabían que realmente le quedaba muy poco empuje, tal vez intentarían
capturarlos en ese mismo lugar y momento....
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