"Ojos, Herido Me Habéis..." Leyenda Del Convento De Corpus Christi En La Ciudad De México.
Páginas: 4 (806 palabras)
Publicado: 30 de agosto de 2011
Llegó correo de España y en la Catedral se celebraba misa solemne de rigor en acción de gracias por la salud del rey Don Felipe V y de las reales personas de su familia. Allí estaban desde la RealAudiencia hasta los pajes del palacio, y bajo dosel, el virrey don Baltasar de Zúñiga, Marqués de Valero y duque de Arión, ataviado a todo lujo con su pesada casaca llena de bordados de seda y oro,sobre cuyos hombros caían los espeso rizos de su encumbrada peluca blanca.
Los ojos del virrey se desviaron por un instante del altar mayor y unos ojos suavísimos salieron al encuentro de los suyos quese estremecieron de gozo. Los ojos ensoñadores se bajaron al devocionario que sostenía su mano que salía blanca, leve y frágil de los encajes que brotaban del interior de la manga, y que llevaba,como único adorno, en uno de los dedos una turquesa profundamente azul.
Pasaban los días y el duque preguntaba a todos quien era aquella hermosa dama y nadie le daba razón.
Un día estaba suExcelencia pensativo en el balcón de Palacio cuando pasó la gentil desconocida en forlón abierto, lujosamente vestida. Alzó la dama su rostro hacia el balcón y la dulzura de sus ojos mansos se fue quedandoencima de los ojos del virrey…
¿Quién es, quién es?-gritó anhelante el virrey.
¡Por fin se lo dijeron! ¡Por fin! ¡Pero cuán tarde ya! Era doña Constanza Téllez quién, en compañía de su madrina laCondesa de Miravalle, andaba despidiéndose de sus amistades porque iba a profesar de manto y velo negro en el convento de Santa Isabel, y que en esa religión iba a tomar el nombre de Sor Marcela delDivino Amor.
Desde ese momento el duque de Arión empezó a vivir ensimismado en un mutismo hosco. Suspendió todos sus saraos y paseos. No hallaba más gusto que ir todas las tardes a la iglesia delconvento de Santa Isabel a sentir la cercanía física de Sor Marcela del Divino Amor.
Una mañana, estando el virrey en la capilla en la que a diario iba a orar le entró una idea tenaz; fundar un...
Los ojos del virrey se desviaron por un instante del altar mayor y unos ojos suavísimos salieron al encuentro de los suyos quese estremecieron de gozo. Los ojos ensoñadores se bajaron al devocionario que sostenía su mano que salía blanca, leve y frágil de los encajes que brotaban del interior de la manga, y que llevaba,como único adorno, en uno de los dedos una turquesa profundamente azul.
Pasaban los días y el duque preguntaba a todos quien era aquella hermosa dama y nadie le daba razón.
Un día estaba suExcelencia pensativo en el balcón de Palacio cuando pasó la gentil desconocida en forlón abierto, lujosamente vestida. Alzó la dama su rostro hacia el balcón y la dulzura de sus ojos mansos se fue quedandoencima de los ojos del virrey…
¿Quién es, quién es?-gritó anhelante el virrey.
¡Por fin se lo dijeron! ¡Por fin! ¡Pero cuán tarde ya! Era doña Constanza Téllez quién, en compañía de su madrina laCondesa de Miravalle, andaba despidiéndose de sus amistades porque iba a profesar de manto y velo negro en el convento de Santa Isabel, y que en esa religión iba a tomar el nombre de Sor Marcela delDivino Amor.
Desde ese momento el duque de Arión empezó a vivir ensimismado en un mutismo hosco. Suspendió todos sus saraos y paseos. No hallaba más gusto que ir todas las tardes a la iglesia delconvento de Santa Isabel a sentir la cercanía física de Sor Marcela del Divino Amor.
Una mañana, estando el virrey en la capilla en la que a diario iba a orar le entró una idea tenaz; fundar un...
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