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Historia de la juventud de Emil Sinclair
Hermann Hesse
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desmoronó con ruido atronador en torno mío. Me hallaron junto al álamo, cubierto de
tierra y con muchas heridas.
Estaba tendidoen una cueva, mientras los cañones retumbaban sobre mí. Me
encontré luego en un carro, dando tumbos por campos desiertos. La mayor parte del
tiempo dormía o estaba inconsciente. Pero mientras másprofundamente dormía, más
vivamente sentía que algo me atraía, que una fuerza me dominaba. Estaba tumbado en
una cuadra sobre paja. Todo estaba a oscuras.
Alguien me pisó la mano. Pero mi alma queríaproseguir su camino, que la atraía con
fuerza cada vez mayor. Volví a encontrarme en un carro y más tarde sobre una camilla o
una escalera, y cada vez me sentía más imperiosamente llamado; nosentía más que el
ansia de llegar por fin.
Llegué a mi destino. Era de noche, estaba completamente consciente; unos
momentos antes había sentido poderosamente el deseo y la atracción. Ahora meencontraba en una sala tumbado en el suelo, y pensé que era allí de donde me habían
llamado. Miré a mi alrededor; junto a mi colchoneta había otra y un hombre sobre ella.
Se irguió un poco y me miró. Llevabael estigma en la frente. Era Max Demian.
No pude hablar; tampoco él pudo, o quizá no quiso. Sólo me miraba atentamente.
Sobre su rostro daba la luz de un farol que pendía en la pared sobre sucabeza. Me
sonrío.
Estuvo un largo rato mirándome con fijeza a los ojos. Lentamente acercó su rostro al
mío, hasta que casi nos tocamos.
-¡Sinclair! -dijo con un hilo de voz.
Le hice un gesto con losojos, para darle a entender que le oía.
Sonrió otra vez, casi con compasión.
-¡Sinclair, pequeño! -dijo sonriendo.
Su boca estaba ahora muy cerca de la mía. Continuó hablando muy bajo.
-¿Teacuerdas todavía de Franz Kromer? -preguntó.
Le hice una señal, sonriendo también.
- ¡Pequeño Sinclair, escucha! Voy a tener que marcharme. Quizá vuelvas a
necesitarme un día, contra Kromer o contra...
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