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A modo de resumir algunas de las principales conclusiones vertidas en las mesas de debate,es posible señalar que la genealogía del concepto de “evaluación”, desde la tradición educativa occidental, muestra que la evaluación es una categoría social, y es más, en sí misma constituye unapráctica de categorización social. Establece diferencias y, sobre la base de valores asociados con el “deber ser” y lo “socialmente aceptado”, promueve criterios de distinción: entre el éxito y elfracaso, entre la cohesión y la censura. Por ello, la evaluación podría entenderse como un recurso que genera circulación y acumulación de capital cultural. Entonces, cabe la pregunta: ¿quién o quienesdeciden qué evaluar? Esta interrogante da paso a la dimensión política de la evaluación, que suele constituirse como un medio que sirve para juzgar y legitimar (o deslegitimar), no solamente ya a losestudiantes en los procesos escolarizados o de educación formal, sino a las personas con relación a los paradigmas de la modernidad. Este planteamiento abre por lo menos dos caminos sobre los cualeshay que seguir investigando y debatiendo: uno referido al replanteamiento de la evaluación educativa como instrumento de transformación y cambio social, y, el otro, a las consecuencias de la...
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