oratoria

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La seducción de las palabras
“¡Sepia para la dama, por favor, y rápido que está hambrienta!dijo el hombre con ironía-. Para mí, una ventresca con salsa de
setas.”Gracias a Dios el fantasmal parásito del Anisakis no pululaba
burlón por las mesas del gran comedor.
“¿Con mayonesa o con un picado de ajo y perejil?” preguntó el
camarero.
“Con mayonesa, gracias”, respondió la mujer.
“Unareina como tú merece alimentar la vista majestuosamente;
pediremos, como entrante, un pulpo a la Feira, y ya verás, cariño,
cómo sus tentáculos abrazan tu estómago delicadamente” Ella se
precipitó a contestarle.
“¡Qué asco, por Dios, no lo quiero ni por asomo. Esos bichos me
horripilan y tan solo de pensarlo enfermo”.
“Tontina, es broma, un simple juego de palabras. No olvides
que comoescritor no puedo remediar hacer malabarismos con
ellas.” “Tranquilo, ten por seguro que no consigo olvidarlo. Ese
dichosa pasión tuya por la escritura me está alejando de ti”.
Educación ante todo -pensaba él-, y buenos alimentos después,
acompañados de un torbellino de nervios acuciados por el problema
de la separación; era precisamente ese tema lo que había motivado
el encuentro, con elcompromiso de acercarles a un entendimiento,
aunque solo fuese por un par de horas.
Hacía meses que no se veían. Los compromisos profesionales de
él le requerían con más fuerza que el cariño de ella. Se dieron una
tregua durante unos meses, obligada para la dama y libre para el
caballero, quien se marchó a las Américas con la intención de
comercializar su Libro “Cómo ser un gran seductor”. Él sí queera un
grandísimo seductor que utilizaba sus escritos para fascinar a las
féminas. Su editor, Manuel Segura, amigo del autor, tenía seguro
cuál debía de ser la táctica a seguir para lograr abrir mercado en
Latino América. Sabían que si allí funcionaba, tendrían el éxito
asegurado en Florida, donde los latinos campaban a su antojo por
tierras yanquis. La sangre latina era ardiente y su librolo reflejaba
descriptivamente.
Pero ese viaje pertenecía al pasado. Habían transcurrido dos
días de su aterrizaje en España y aún sufría el temible “jet lag” que
tan aturdido le dejaba.
Pero todo eso era agua pasada. Ahora estaba frente a ella,
sentado, asiendo una copa de agua entre sus manos temblorosas,

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sabiendo que su acompañante, una linda y elegante damisela, podía
romperleel corazón una vez más, por muy acostumbrado que
estuviese a dicho suplicio; sus continuadas irresponsabilidades
emocionales eran las causantes de todo.
Para acudir a su cita optó por una ropa cómoda; quizá fuese
necesario para que su mente se desenvolviera con soltura y se
acercara, sin miedos, a los años púberes de ella. Camisa vaquera,
tejanos y botas camperas fue el atavío que eligiópara reemplazar a
su habitual prenda, trajes de chaqueta de Yves Saint Laurent. “Un
buen escritor nunca debe descuidar la mente y el cuerpo. La
seducción se inicia en el interior para lograr conectar con el exterior”
El camarero, lentamente, se acercó hasta la mesa: “Señores, su
pulpo a la Feira está servido”.
Ese fue el remate final para que la dama cerrarse sus ojos e
inspirase un aireesquivo. Odiaba el pescado, y él, obligatoriamente,
lo debería saber. No en vano, aquel bicho se podía comer sin que le
persiguiese el miedo a vomitar. Una vez catado ella comprobó que
estaba realmente exquisito; aún así, tenía claro que no daría su brazo
a torcer reconociendo tal hallazgo.
Unas risas le Luis, a destiempo, intentaron amenizar el amargo
postre, pero éste poco benévolo no permitiósaborear la rica tarta de
arándanos y nueces de la que tanto hablaban los comensales que la
degustaban.
“Pediré piña natural”, comentó Isabel.
“Nefasto, nena, ese gusto tuyo necesita enriquecerse con la
exquisita tarta que preparan aquí. Ya lo avisan, con una anotación,
en la parte inferior de la carta: ”
Dicho y hecho…
“¡Que sean dos raciones de tarta de arándanos!”, exclamó Luis.
Luis...