orfeo

Páginas: 8 (1843 palabras) Publicado: 27 de abril de 2014
Orfeo y euridice
Desde allí, Himeneo, cubierto con su manto color de azafrán, se aleja por la inmensidad de los aires y se dirige hacia la comarca de los cicones, y en vano le llama Orfeo. Se presentó en verdad, pero no llevaba palabras solemnes, ni rostro sonriente, ni un feliz presagio. Además, la antorcha que llevaba no cesaba de chisporrotear, extendiendo un humo que provocaba las lágrimasy, por mucho que la agitaba, no hacía salir la llama. El resultado es más grave que el presagio, porque mientras la nueva esposa, acompañada de un grupo de náyades, va correteando por la hierba, muere a causa de un la mordedura de una serpiente en el talón. Cuando el poeta del monte Ródope la hubo llorado lo bastante en la superficie de la tierra, quiso explorar personalmente la mansión de lassombras; osó descender por la puerta Tenaria hasta la Estigia. A través de pueblos leves y de fantasmas que han recibido sepultura, llegó ante Perséfone y el dueño del reino de las sombras, el soberano de las sombras; después de preludiar pulsando las cuerdas de su lira, cantó así:”¡Oh divinidades de este mundo subterráneo, a donde venimos a caer todos los que hemos nacido mortales!, si me es lícito,y dejando los rodeos de palabras artificiosas, permitidme deciros la verdad; no he descendido aquí para ver el Tártaro tenebroso, ni para encadenar los tres cuellos de serpiente del monstruo de Medusa; he venido en busca de mi esposa; una víbora le inyectó su veneno y la hizo perecer en la flor de la edad. He querido soportarlo y no negaré que lo he intentado, pero el Amor ha vencido. Este dioses bien conocido en las regiones superiores; no sé si aquí también lo será, aunque adivino que sí que lo es, pues, si no miente la fábula de un antiguo rapto, también os ha unido el amor. Por estos lugares llenos de espanto, por este inmenso Caos, por ese vasto y silencioso reino, yo os conjuro a que volváis a tejer la trama del destino de Eurídice, terminada de una manera tan apresurada. Todo sedebe a vosotros y, después de un cierto tiempo, más tarde o más temprano, todos nos dirigimos aquí; ésta es al última morada y vosotros ejercéis el más largo reinado sobre el género humano. Ella también, cuando, una vez madura, haya cumplido los años que le corresponden, será sometida a vuestras leyes; pido el uso de un don, no ese mismo don. Y si los hados rehúsan concederme este favor para miesposa, yo estoy decidido y no quiero regresar; gozad de la muerte de los dos.”
Mientras él exhalaba estas quejas, a las que acompañaba haciendo vibrar las cuerdas de su lira, las sombras exangües lloraban; Tántalo no intentaba coger el agua huidiza, y la rueda de Ixión se detuvo; las aves se olvidaron de desgarrar el hígado de su víctima; las nietas de Belo dejaron las urnas, y tú, Sísifo, tesentaste sobre tu roca. Se dice que entonces, por vez primera, las lágrimas humedecieron las mejillas de las Euménides, vencidas por este canto; ni la real esposa ni el que reina sobre los abismos de la tierra pudieron negarse al que tal pedía y llamaron a Eurídice; ella estaba entre las sombras llegadas recientemente y avanzaba poco a poco por su herida en el talón. Orfeo, del monte Ródope, obtiene sudevolución, juntamente con la orden de que no vuelva la vista atrás antes de haber salido de los valles del Averno; de lo contrario, el don habría sido revocado. Ellos toman, en medio de un profundo silencio, un sendero en pendiente, escarpado, oscuro, envuelto en una espesa y opaca niebla. No estaban lejos de la superficie de la tierra, cuando, temiendo que se le escapara y ávido de verla, suamante esposo vuelve los ojos; inmediatamente, ella resbala hacia atrás; tendiendo los brazos, luchando por asir y ser cogida, la infeliz no coge sino el aire impalpable. Al morir por segunda vez, no se queja de su esposo (¿de qué podía quejarse sino de ser amada?). Le dirige el postrer adiós, que ya no llega apenas a sus oídos, y vuelve a rodar al abismo de donde salía.
Orfeo se estremeció por...
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