Otra vuelta de tuerca
La derrota de Francia era inevitable. Las tropas alemanas habían rodeado Calais y Dunquerque, y avanzaban hacia París. La línea Maginot, que los mariscales de Francia, ridículamente, creyeron que impediría el avance del enemigo, había sido burlada con impunidad por la Luftwaffe. Normandía estaba siendo bombardeada con rampante crueldad. En Varengeville-sur-Mer,en medio del estruendo de las explosiones, los Miró hicieron apresuradamente sus maletas y tomaron uno de los últimos trenes rumbo a París. Pilar, la esposa, llevaba de la mano a la pequeña Dolores, de ocho años. Joan Miró llevaba bajo el brazo su más importante posesión, un portafolio con una serie de temperas, todavía inacabada, que años después, y sin que él lo propusiera, comenzarían a serconocidas como las “Constelaciones”. Miró había tenido tiempo de guardar en el portafolio las hojas en las que iba a pintar las restantes partes de la serie, aunque al irse de Varengeville no supiera cuándo conseguiría un momento de calma, en medio de aquella catástrofe, para seguir pintando mujeres y estrellas.
Los Miró habían llegado a Varengeville solo unos pocos meses antes, en el verano de1939, poco después de que Alemania invadiera Polonia y hundiera a Europa en una nueva guerra. Se habían instalado en Les Clos de Sansonnets, una pequeña casa campestre, muy cerca de la que Georges Braque había construido algunos años antes. Miró y Braque eran viejos amigos, se habían conocido en una época más feliz, en los primeros meses después del Armisticio de 1918, cuando el catalán pudo al finir a París y frecuentar a los artistas de los grupos más radicales, los Fauves, los cubistas, los surrealistas, Picasso. En Varengeville, Miró y Braque se visitaban, conversaban sobre arte y política, paseaban por la costa engrifada de Normandía que Monet había pintado amorosamente sesenta años antes. El invierno de 1939-1940 fue lúgubre, desconcertante, Francia y Alemania estaban formalmente enguerra, pero Hitler, ocupado en Polonia y Noruega, había pospuesto las operaciones en el frente occidental. En los cafés de París, algunos ingenuos aún sostenían que la guerra podía ser evitada y que el Führer se contentaría con sus nuevos territorios orientales. Los periódicos se burlaban de aquella drôle de guerre, una guerra tan aburrida que ninguno de los dos ejércitos se atrevía a dar un pasoen dirección de sus enemigos. Miró no se hacía ilusiones, calculaba, correctamente, que los alemanes atacarían en el oeste tan pronto tuvieran el este asegurado. Si ese era en verdad el plan de Hitler, Miró tenía varios meses de gracia, antes de que llegaran los alemanes y arrasaran Normandía, Francia, la cultura europea.
"Amanecer"
En enero de 1940, casi sin planearlo, Miró comenzó atrabajar en la serie de las “Constelaciones”, en un álbum de hojas de papel de excepcional calidad que había comprado, quizás, con el propósito de usarlo únicamente en alguna empresa extraordinaria. Hasta entonces, había estado pintando, sobre tela, algunas enigmáticas escenas inspiradas en el paisaje normando, grotescos pájaros nocturnos volando en silencio sobre los restos del mundo. Un día, “despuésdel trabajo, mojé mis pinceles en gasolina y los pasé por la hojas de papel blanco del álbum, sin ninguna idea preconcebida. Las hojas manchadas me pusieron de buen humor, y provocaron el nacimiento de formas, figuras humanas, animales, estrellas, el cielo, y la luna y el sol. Pinté todo esto al carbón con gran vigor. Una vez que logré obtener un equilibrio plástico y ordenar todos estoselementos, comencé a pintar con tempera, con la minuciosidad de un artesano y un primitivo; esto tomó una gran cantidad de tiempo”. En una carta a Pierre Matisse, el hijo del gran Fauve, Miró revela su entusiasmo por la nueva empresa: “Estoy ahora trabajando en una serie de pinturas en tempera y óleo (…) que se ha convertido en algo muy importante. Creo que es una de las cosas más importantes que he...
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