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MARCELA PAZ
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I
Y ahora si que casi no escribo nunca más mi Diario. Porque por culpa
del Casimiro casi muero.
Yo estaba en la Clínica acompañando a mi mamá y a mi hermana de
un día, y mientras ellas dormían estaba obligado a pasearme por el
famoso pasillo. Eran puras puertas iguales, todas cerradas, todas blancas
y con números.
Tantas puertasiguales dan sueño y aburrimiento o si no una
curiosidad tremenda. Entonces inventé un juego para no quedarme
dormido. Cerraba los ojos y caminaba ciego hasta una puerta. La abría y
al abrirla abría también los ojos. El juego era adivinar si el enfermo era
hombre o mujer y si era quebrado o no. Los enfermos eran casi todos
viejos o señoras con guagua y yo les
decía disculpe y cerraba otra vez lapuerta.
Resulta que en el número 15 había
un niño como yo y estaba solo y me
convidó a entrar. Y era el Casimiro.
—¿Qué te pasa? —le pregunté.
—Estoy en Observación —me dijo.
—¿Es grave?
—No me quieren decir nada hasta
que llegue mi papá que viene de
Osorno.
—Así que ¿tú no tienes a nadie
aquí?
—No. Estaba en el colegio y me
enfermé y el médico y el Rector me
trajeron a la clínica a hacer exámenesmientras viene mi papá...
—La cuestión es que no te mueras hasta que él llegue... —le dije.
Y así conversando y conversando nos pusimos a jugar y él inventó
que hiciéramos las «cambiaditas» Y el cambio era que yo me metiera en
la cama de él y él se vistiera con mi ropa. Y justo cuando yo me había
metido en su cama con su pijama, abren la puerta y nos pillan jugando.
Era una enfermera con cara de «no mehaga perder tiempo» y sin
decir palabra, tac me clavó una inyección en el brazo que ni sentí el
pinchazo.
Casi y yo nos miramos un poco asustados, pero después nos dio risa,
sobre todo cuando la enfermera me levantó la ropa y me untó todo el
cuerpo con una cosa color café y me tapó con una tremenda gas y
algodones como si fuera un herido. Y antes de poder preguntarle nada, ya
se había ido.
Casiy yo nos reíamos por haber engañado a esa enfermera tan
creída y Casi se veía recómico con mi ropa y estábamos de lo mejor
riéndonos, cuando de nuevo se abrió la puerta y entró otra enfermera con
la ídem de la inyección y sin decir palabra pescaron el catre mío (el de
Casi) y lo sacaron como si fuera un carretón.
Yo me iba muriendo de risa y el Casi se quedó con la boca abierta,
pero a medida quepasábamos por los pasillos a todo escape y me
metieron con catre y todo en un ascensor, me comenzó a dar un susto de
no sé qué. Y mientras bajábamos, me enderecé en el catre y quise
explicar, pero la enfermera me sujetó, me echó atrás y me dijo:
Quietecito y calladito y no me dejó ni hablar.
Dice el Casi él corrió detrás para explicar, pero le dieron un empujón
y lo dejaron fuera del ascensor yni supo más de mí.
Cuando yo vi que entrábamos en el otro piso a un lugar lleno de
puertas anchas y un letrero que decía «Prohibida Estrictamente la
Entrada», y otro «Pabellón de Operaciones», me dio un tilimbre en el
estómago y pensé gritar. Pero justo en ese momento me vino una
borrachera y un sueño raro con música de fondo y todas las caras se
borraban y flotaban y era como la muerte.
Y dice elCasi él subió todos los pisos por la escalera y preguntaba por
mí y por su catre y al fin supo que me estaban operando. Y entonces se
acordó que él tenía Apendicitis y se dio cuenta que me estarían operando
a mí de su apéndice.
Y era una confusión tremenda para él, porque ni siquiera sabía quién
era yo y si me moría, ¿a quién le iba a avisar? Y tampoco se atrevía a
decir lo del cambio, porque ledaba una cosa terrible pensar que le
hicieran a él lo que me estaban haciendo a mí, y sin permiso de su papá
que no llegaba todavía de Osorno. Así que por fin decidió irse de la Clínica
antes que lo pescaran y se volvió al colegio. Y cuando lo vieron entrar el
portero le preguntó:
—¿Y ya no se opera, joven?
—No —le dijo él.
Y el Rector le dijo:
—¿Te dieron de alta, Silva?
—Sí, señor —y entró no...
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