Pañuelos

4 CAPAS

Las mañanas son últimamente frías, heladas y húmedas. Cuando voy camino de la parada de autobús, siempre echo un vistazo al fondo de la avenida y siempre me sorprendo al ver la cantidadde personas que han empezado el día muy probablemente horas antes que yo, y que también habrán buscado mil excusas en la cama, para quedarse “cinco minutos más”. Justo tras apagar la alarma, me pareceuna odisea todo lo que mi cuerpo tiene que moverse para ir a la ducha, preparar el desayuno y ponerme los vaqueros, y en la que mi Penélope será una cincuentona con cara agria que intentaráconvencerme, un día más, de lo aburrida que es la fonética correctiva.
Esta es una de esas extrañas ciudades en las que sus habitantes padecen una especie de acuafobia aun no diagnosticada. Se genera elpánico cuando caen cuatro gotas, y cuando caen durante cuatro días seguidos, es el fin. Cuando voy a picar en el autobús, ya sólo me falta ponerme las dos moneditas en los ojos, porque me parece imposiblesobrevivir allí dentro durante los diez minutos que dura el trayecto. El señor con la maleta bloquea el pasillo y con la cara de despiste que lleva te da hasta pena pedirle que se aparte, la señoramayor se tira de cabeza al asiento libre que queda, y cuidado con sentarte, que aunque la media de edad en todo el autobús sea de treinta años, siempre habrá alguien que te mire con tanto odio quedeseas que el cancerbero aparezca cuanto antes.
Con el espacio que hay al fondo del bus, se ha ido a poner este buen hombre justo a mi lado, y no es que necesite yo mucho espacio cuando ando pensando enmis musos, pero el olorcito a…como decirlo, a hombre trabajador que emana por los cuatro costados, no hace más que ahuyentar a los pocos musos que me soportan. Si ya decía mi abuela que los hombrestienen que oler a sudor, a tabaco y a peos…Ahora se supone que tienen que oler a Axe, así que este señor es un hombre de tradiciones.
Como los diez minutos se están convirtiendo en más de veinte,...