Pablo Neruda El Olor de La Guayaba

Páginas: 5 (1073 palabras) Publicado: 8 de noviembre de 2015



El Nobel de Literatura Colombiano responde las preguntas precisas de un estupendo escritor, quien además es su amigo de toda la vida. ¿El resultado?: una entrevista perfectamente estructurada de Plinio Apuleyo Mendoza a Gabriel García Márquez.
El título que pareciera incomprensible de entrada, termina siendo la mejor síntesis del contenido del libro. Para García Márquez, todo el enigma deltrópico se puede reducir en una cosa: “la fragancia de una guayaba podrida”, y eso es lo que está en las 166 páginas de la décima cuarta impresión de Diana al texto hecho al alimón por los maestros en 1982: la esencia del escritor colombiano más leído de la Historia.
El olor de la guayaba debe estar al lado de los libros que tenga del escritor de Aracataca, pues cada vez que apetezca releerlo,sobre todo Cien Años de Soledad y El otoño del patriarca, obtendrá la ayuda del propio autor para una mejor lectura y disfrutar cada vez más sus obras. El mismo García Márquez cuenta del proceso creativo; los baches, las piedras, la “inspiración”; de cómo puede sufrir un maestro de las letras para que en un pueblo-escenario haga tanto calor que el lector lo sienta o por la muerte de uno de suspersonajes: “Yo sabía que en un momento dado tenía que matarlo, y no me atrevía (…) Y una tarde pensé: `¡Ahora sí se jodió!´. Tenía que matarlo. Cuando terminé el capítulo, subí temblando al segundo piso de la casa donde estaba Mercedes. Supo lo que había ocurrido cuando me vio la cara. `Ya se murió…´, dijo. Me acosté en la cama y duré llorando dos horas”.
En cuatro textos escritos con prosa decuentista, intercalados cada dos capítulos, Apuleyo Mendoza pinta el mundo de su amigo y da un contexto al resto de los apartados. El lector sentirá la polvosa Aracataca y conocerá la enorme casa del abuelo-coronel Márquez Mejía, llena de mujeres donde lo fantástico se entrelazaba con la vida normal, marcando al más conocido de los 16 hijos del telegrafista del pueblo. Un par de ejemplos:
–Cuando la noche–noche de los trópicos, sofocante y densa de olores de nardos y jazmines y rumores de grillos– caía brusca sobre la casa, la abuela inmovilizaba en una silla a Gabriel, entonces un niño de cinco años de edad, asustándolo con los muertos que andaban por allí: con la tía Petra, con el tío Lázaro o con aquella tía Margarita (…) “Si te mueves –le decía la abuela al niño– va a venir la tía Petra que estáen su cuarto”.
–La tía Francisca Simonosea, que era una mujer fuerte e infatigable, se sentó un día a coser su mortaja. “¿Por qué estás tejiendo una mortaja?”, le preguntó Gabriel. “Niño, porque me voy a morir”, respondió ella. Y en efecto, cuando terminó la mortaja se acostó en su cama y se murió.
Con relatos así, más otros contados por don Gabo mismo, se amplía la perspectiva y el juicio sobrelas raíces del `realismo mágico´, tan emparentado con Kafka como con la abuela Tranquilina.
La charla entre los amigos desmenuza, no deja desperdicios, pues el entrevistador de antemano conoce las respuestas y, sin decirlo, da una clase a los reporteros de lo que es una entrevista ideal, en la que se sabe lo que a uno le dirán sin alardearlo con extensas intervenciones, sino que se pregunta ypregunta utilizando ese conocimiento del personaje para desechar lo intrascendente, para buscar tuétanos y encontrar el olor de la guayaba.
Un par de capítulos están dedicados completamente a Cien años de soledad y El otoño del patriarca. Regalos para quienes hayan leído ambas. No digo más. Sólo que lo aconsejable sería primero leerlas, después ir al capítulo sobre cada una y finalmente seguir lodicho por el autor en otras oportunidadesw: releer es la máxima satisfacción del mundo.
Antes, Apuleyo Mendoza relata en La espera el camino andado, las atmósferas y condiciones en las que García Marquéz escribió La hojarasca en la redacción de El Heraldo de Barranquilla; El coronel no tiene quien le escriba en el frío acuchillante de París, donde el futuro Nobel tuvo que pedir una moneda para...
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