Padre

EL CAPITÁN, MARGARITA. Mientras salía Berta, Margarita ha cogido al Capitán de un brazo y le ha obligado a sentarse; luego se coloca detrás de la silla, al
lado de la camisola.
MARGARITA: ¿El señorito Adolfo se acuerda de cuando era mi niño bueno, de cuando yo le arreglaba la ropa de su camita mientras él recitaba, juntas las manos, sus oraciones? ¿Recuerda cómo me levantaba por la noche paradarle de beber, cómo, encendiendo la bujía, cuando los malos sueños no le dejaban dormir, le contaba cuentos de hadas, que le devolvían el buen sueño y los sueños sonrientes? ¿Se acuerda de todo esto?
EL CAPITÁN: Sigue hablando, mi vieja Margarita. Tu voz me calma y deliciosamente entorpece mi cerebro. Sigue hablando.
MARGARITA: Una vez, mi niño se había apoderado de un gran cuchillo parahacer barcos con una rama, y yo tuve que emplear la astucia para quitarle el peligroso instrumento. Era tan extravagante mi niño, que se hacía preciso engañarle. Dame esa serpiente -le dije-; sino te morderá, niño mío. (Arranca el revólver de manos del Capitán.) Y, enseguida, mi niño soltó el cuchillo. Otra vez que no quería vestirse, tuve que irle vistiendo poco a poco y prometerle, si era bueno, unbello traje dorado, como el que llevaba el Príncipe Encantador cuando fue a despertar a la Bella Durmiente del Bosque, y diciendo esto, le ajusté su chalequito de lana gris. “¡Vuélvete!” -exclamé cuando le hube abrochado por delante- y no te muevas, para que pueda abrocharte por detrás”. (Diciendo esto, ha puesto la camisola de fuerza al Capitán, que no se ha movido.) Y enseguida le dije: “Vaya,levántate, niño mío, que yo vea si chaleco te sienta bien”. (Le conduce al canapé.) Y por fin pude exclamar: “¡Túmbate!”
EL CAPITÁN: (Volviendo en sí.) ¿Qué dices? ¿Cómo, una vez vestido, había de tumbarse?... ¿Ah, maldita sea la pícara?... (Trata de accionar) ¡Endiablada mujer! ¿Quién hubiera podido pensar que fueses tan inteligente? (Tumbándose en el canapé.) ¡Engañado, apresado, agarrotado! ¿Ymorir ahora?... ¡Imposible!
MARGARITA: Perdóneme usted, señorito Adolfo, pero debía salvar a la niña.
EL CAPITÁN: ¿Por qué no me dejaste darle muerte? La vida es un infierno, y los niños pertenecen al cielo.
MARGARITA: ¿Qué sabe usted del cielo, potente Dios?
EL CAPITÁN: ¡Nada!, icomo no sea que es el Vacío!
MARGARITA: Dulcifique usted su corazón endurecido, señor. Implore usted lamisericordia divina El ladrón crucificado...
EL CAPITÁN: ¡Ah!, ¡barruntas el cadáver, viejo cuervo! (Margarita saca el libro de misa del bolsillo. El Capitán grita..) ¡Pedro! ¿Estás ahí, Pedro?

ESCENA IX
Dichos, PEORO
EL CAPITÁN: ¡Echa de aquí a esta mujer! ¡Quiere hacer un apóstata de mí! ¡Arrójala por la ventana o en la chimenea, en cualquier parte!...
PEDRO No puedo, mi Capitán. Si setratase de tres hombres... pase... ¿pero a una mujer?
EL CAPITÁN: ¿No te atreves con una mujer?
PEDRO: Mi Capitán no es por eso. Es que hay como si dijéramos una excepción por las señoras: no se hiere a una mujer.
EL CAPITÁN: ¿Y qué tiene eso de extraño? ¿No me ha herido ella a mí?
PEDRO: ¡Sí, es verdad, pero yo no puedo alzar la mano sobre ella! Es como si me dijera usted que pegase al señorPastor. Me parecería que está... ¡impregnado de religión! ¡No puedo! (Pedro sale. Entra Laura.)

ESCENA X
Dichos, menos PEDRO, LAURA
EL CAPITÁN: ¡Onfala, Onfala! Haces hilar tu lana por Hércules y juegas con su maza.
LAURA: Adolfo, mírame; ¿crees que soy tu enemiga?
EL CAPITÁN: ¡Ciertamente!... ¡Y todas vosotras me habéis tratado como a un enemigo! Mi madre, que me hizo estropear paraevitarse los dolores del parto; mi nodriza, que me inyectó sangre de mujer en las venas; mi hermana, que me enseñó a soportar su voluntad; la primera mujer a quien conocí, que me dio, a cambio de las primicias de mi corazón, una enfermedad de diez años; mi hija, que reniega de mí, y tú, mi esposa, que me envías a la tumba.
LAURA: No sé en verdad si he concebido todas las ideas que me imputas....