Padre
“Hoy he venido con nostalgia adedicarte unas palabras que sé que el viento se las llevará. Sólo tengo de testigos a unas flores amarillas cogidas entre mis manos que también tendrán un triste final. Pero a pesar todo, salta a mi vistael consuelo de volver a ver esa fotografía tuya que me sonríe de a poco desde esa fría loseta.
Ahí mirándome de cerca te confieso que te extraño desde siempre en aquellas noches de tertulia,cuando tomábamos el café en la sala de tu casa. Cuando conversamos de tus años añejos, de tus hazañas y de tus amores propios de la juventud. Cuando hablabas de los poemas de Vallejo, de Salaverry, deNeruda y de los tuyos propios dedicados a las mozas cucufatas que se vestían con largas faldas.
Te extraño como nunca hubiera querido extrañarte, pues a mi pensar pareciera que el tiempo no ha pasadoni siquiera un instante. Y que el presente solo es una ficción dramática y fúnebre.
Recuerdo el primer paseo. La plaza de armas, los helados, el triciclo y los frascos de yogurt que me comprabasdespués de fastidiarte hasta el cansancio. Veo tu sonrisa, creciendo y convirtiéndose en grandes carcajadas por alguna broma o chiste de algún amigo tuyo en el café de la esquina.
Veo y sueñodespierto con las reprimendas ejemplares que me enseñaron mucha ética y respeto. Por el ejemplo la reñida que me diste el día que le cogí una manzana al frutero del mercado, o cuando me fui de pinta conunos amigos de la escuela, o de repente el sermón de dos horas exclamado un día después de cumplir quince años, por llegar borracho hasta la inconsciencia. O el que me ofreciste por haber desaprobado...
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