padres

Páginas: 10 (2485 palabras) Publicado: 20 de octubre de 2014
A veces, los hijos duelen. No me refiero al dolor de parir ni al que se experimenta cuando se descalabran o fracasan en algo; tampoco al dolor de verlos partir cuando se van de casa. Yo hablo de uno muy particular: el del corazón que late de impotencia cuando un hijo vive una condición especial, derivada de una enfermedad, un accidente o un mal congénito. ¿Quién o qué muere al enfrentar estascircunstancias? ¿En qué consiste nuestra pérdida? Muere una ilusión y un deseo legítimo: el de procrear un hijo “equipado” con los recursos necesarios para ser funcional en este mundo; se pierden muchas ideas preconcebidas sobre lo que “debe ser” la maternidad, se pierde la posibilidad de criarlo, verlo crecer y desenvolverse bajo los parámetros normales y también la protección que da el anonimato,pues en lugar de ser parte de la bola, pasan a ser los diferentes, los especiales, los que cargan hasta con el molcajete y hacen un montón de ruido cuando llegan. Finalmente, pierden las mujeres algo de su propia independencia y comodidad por el tiempo, el dinero y los cuidados que su condición nos demanda.

Ese es mi recuento, ¿pero será que sólo perdemos? Solo pueden expresar cuando estánembarazadas como buen deseo “Que sea lo que Dios quiera, pero que venga sano”,, a lo mucho le concedemos a Dios el beneficio de elegir el sexo, más sin embargo le advertimos que no se aceptan malas hechuras.

como si Dios regenteara una gran maquiladora de niños y de vez en cuando sus sistemas pasaran por alto un producto defectuoso. Sólo que no hay tal maquiladora ni se trata de algo que puedallevar de vuelta al supermercado para exigir el cambio o la devolución de la expectativa. En esas circunstancias, las madres que viven esta circunstancia necesitamos transitar por un proceso de duelo para dejar morir al hijo que esperábamos y tener el corazón y los brazos libres para abrazar al hijo que llegó. El choque es demoledor y el primer impulso es negarlo: “Seguro hay un error”. Es lasabiduría del propio organismo que por lo pronto nos adormece, aquieta las culpas, posterga el coraje y, sobre todo, el dolor. Cuando mi hijo Andrés nació y por un mal manejo médico sufrió falta de oxígeno, no teníamos la menor idea de lo que vendría pero el miedo era inmenso.

Nadie está totalmente preparado
La primera salida fue al pediatra, y de ahí, a la rehabilitación. Recuerdo con muchaternura que no me habían quitado los puntos de la cesárea y ya había visitado un puñado de guarderías. Una me parecía triste, otra peligrosa; otra, pequeña y asfixiante, y una más, sucia y descuidada. La que mejor cumplía mis requerimientos era cara, y de cualquier modo, cuando mencioné que Andrés “era un niño en riesgo de presentar daño cerebral”, etiqueta que ni la encargada ni yo sabíamos bien abien qué significaba, me dijo que el personal no estaba preparado para un manejo especial o una terapia específica. “¿Y usted cree que yo sí?”, le escupí a aquella pobre señora. Por supuesto, cada guardería era un intento de recuperar mi vida “de antes” y querer que mis necesidades fueran las de cualquier mamá trabajadora. Aquella era una procesión de quien no sabía qué hacer con lo que estabaviviendo y manoteaba para que alguien más se hiciera cargo.
En ese momento, aunque no era consciente de ello, en realidad no me importaba tanto Andrés: era mi expectativa rota, mi hijo, mi dolor… y era tan fuerte, que lo que quería era huir. Y hay muchas maneras de hacerlo: con fantasías y curaciones milagrosas; o paradójicamente, con trabajo excesivo, incluso con horas y años de religiosaterapia. Me he dado cuenta en el proceso de la vida de Andrés, que no es lo que se haga, sino cómo se haga. Por principio, debía entender lo que estaba a mi alcance hacer: podía buscar algo para que aquello “se le quite” como si fuera una gripa; o realizar una búsqueda a partir de la aceptación y de la confianza en que lo mejor está por venir. Se escucha fácil pero es complicado, pues el mercado de la...
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