Palabras Malditas

Páginas: 29 (7026 palabras) Publicado: 27 de marzo de 2012
Palabras Malditas

Bajo el Sol Jaguar
por Italo Calvino 01 / 2005

Oaxaca se pronuncia Uajaca. El hotel al que llegamos había sido, originalmente, el convento de Santa Catalina. Lo primero que notamos fue un cuadro, en una salita que llevaba al bar. El bar se llamaba "Las Novicias". El cuadro era una gran tela oscura que representaba a una monja joven y un viejo sacerdote, de pie, uno juntoal otro, las manos ligeramente separadas del cuerpo, casi rozándose. Figuras más bien rígidas para ser un cuadro del siglo dieciocho, una pintura con la gracia un poco torpe propia del arte colonial, pero que transmitía una sensación perturbadora, como un espasmo de sufrimiento contenido. Había en la parte inferior del cuadro una larga leyenda, en líneas apretadas de una angulosa escrituracursiva, blanco sobre negro. En ella se celebraban devotamente vida y muerte de los dos personajes que habían sido, él el capellán y ella la abadesa del convento (ella, de familia noble, habrá entrado como novicia a los dieciocho años). La razón por la cual habían sido retratados juntos era el amor extraordinario (en la piadosa prosa española la palabra estaba cargada de su aspiración ultraterrena) queuniera durante treinta años a la abadesa y a su confesor, un amor tan grande (en su acepción espiritual la palabra sublimaba la emoción corporal sin borrarla) que cuando el sacerdote murió, la abadesa, veinte años más joven, en el espacio de un día se enfermó y expiró literalmente de amor (en la palabra ardía una verdad en la que todos los significados convergen) para unirse con él en el cielo.Olivia, que sabía el español mejor que yo, me ayudó a descifrar la historia sugiriéndome la traducción de alguna expresión oscura; y éstas fueron las únicas palabras que cambiamos durante la lectura y después, como si nos encontráramos en presencia de un drama, o de una felicidad, para el que cualquier comentario resultaba fuera de lugar, algo que nos intimidaba, más aún, que nos atemorizaba o,mejor, nos comunicaba una especie de malestar. Trato así de describir lo que yo sentía: la sensación de una carencia, de un vacío devorador; lo que Olivia pensara, como callaba, no puedo adivinarlo. Después Olivia habló. Dijo: "Quisiera comer chiles en nogada." Y con pasos de sonámbulo, como si no estuviéramos muy seguros de tocar tierra, nos dirigimos al restaurante. Como sucede en los momentosmejores de la vida de una pareja, yo había reconstruido instantáneamente el curso de los pensamientos de Olivia sin que fuera necesario decir nada más, y esto porque en mi mente se habían encadenado las mismas asociaciones, aunque de una manera más lenta y brumosa, tanto que sin Olivia no lo hubiera notado. Nuestro viaje por México había empezado hacía ya más de una semana. Pocos días antes, enTepotzotlán, en un restaurante que alineaba sus mesas entre los naranjos de otro claustro conventual, habíamos probado platos preparados (por lo menos así nos habían dicho) siguiendo las antiguas recetas de las monjas. Comimos un tamal de elote, es decir, una fina sémola de maíz dulce con carne de cerdo molida y pimiento picantísimo, todo cocido al vapor en una hoja de maíz; después chiles en nogada, queeran pimientos marrón rojizo, un poco rugosos, flotando en una salsa de nueces cuya aspereza punzante y fondo amargo se perdían en una entrega cremosa y dulzona. Desde ese momento la idea de las monjas evocó en nosotros los sabores de una cocina elaborada y audaz, como si apuntara a hacer vibrar las notas extremas de los sabores y a acercarlos en modulaciones, acordes y sobre todo disonancias quese impusieran como una experiencia incomparable, un punto del que no había regreso posible, una posesión absoluta ejercida sobre la receptividad de todos los sentidos. El amigo mexicano que nos había acompañado en aquella excursión, que se llamaba Salustiano Velazco, al responder a Olivia que se informaba sobre esas recetas de la gastronomía monjil, bajaba la voz como si nos confiara secretos...
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