palomear
La lengua es como una piel que recubre el cuerpo social y seestira y encoge siguiendo sus mudanzas. Algo tan orgánico no se puede modificar por decreto: el voluntarismo no funciona (esos espeluznantes “ciudadanos y ciudadanas”, por ejemplo). Solo uncambio real de la sociedad puede hacer evolucionar el manto de palabras que la recubre. Por eso no me extraña que ahora sean los países latinoamericanos los más capaces de mostrar esavitalidad creativa: mientras Europa se tambalea y España apura su crisis, Latinoamérica parece estar en un momento de despegue.
Todo eso se refleja en nuestra lengua. Ya se sabe que la hablan400 millones de personas; que es el segundo idioma materno del planeta, tras el mandarín, y que hay expertos que sostienen que, para 2045, será la lengua mayoritaria (aunque yo creo quepara entonces hablaremos todos chino). A veces alardeamos demasiado triunfalmente de estas cifras, aunque tampoco viene mal para contrarrestar el consabido e irritante complejo deinferioridad hispano. Pero para mí la mayor riqueza del español no reside en su enorme implantación, sino en su diversidad, en sus muchas versiones y matices. En este mundo crispado, sectario yexcluyente, emociona poder celebrar una lengua común llena de diferencias que no solo no desunen, sino que potencian. Palomeando se vuela hacia el futuro. Ser distintos nos hace más fuertes.
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