Pamplinas
Todos lo conocimos de chiquitos:
–Má, ¿cuándo me puedo ir a jugar?
No hay verbo más asociado a la idea de niñez: jugar es, se supone, lo propio de los chicos. Los niños juegan y juegan y juegan, van de paseo, van a la escuela… –canturrean los filósofos contemporáneos.
O, si no, el juego es aquello que antaño era anatema y hogaño pulula por doquier,oh tempora. ¿Quién recuerda que nuestros mayores, cuando eran timberos, debían viajar a Mar del Plata si querían reventarse unas fichas o llamar a un delincuente si preferían perder a la quiniela? Ahora el juego está por todas partes: no hay pueblo sin bingo ni tarde sin sorteo, y los “grandes capitalistas del juego” –que era un lugar común para decir mafioso– son amigos de las presidentas.
Yademás están los juegos de mesa y los juegos de living y los juegos de jardín y los juegos de la plaza y los juegos de palabras y los juegos de sociedad y los juegos de manos y los juegos peligrosos y los juegos de niños y los juegos eróticos –y sus jugadores que nadie llama jugadores, aunque quien sabe juguetones.
Jugadores son otros: jugamos a la pelota antes de jugar al fútbol, pero por algúnpudor o razón sin duda estrambótica nunca caímos en la trampa mexicana de hablar, un suponer, de “un juego de futbol” –acentuando la o.
Las palabras cambian, sus sentidos se vuelven resentidos. El jugador fue un relato de Dostoievsky sobre un ludópata, pero es mucho más probable que, aquí y ahora, quien escuche la palabra piense en el 6 de Chacarita, el 9 del tambaleante Independiente –a punto desalir a la cancha para ese partido que todos querríamos jugar.
Y siempre habrá quien te diga que esto no es un juego: el juego es, por definición, lo contrario de las cosas serias –y como tal, dicen las psicólogas, es algo muy serio. Por eso si alguien dice me la juego puede terminar jugado y sin fichas, fuera de juego, ya sin dar más juego.
El juego está por todas partes. Hay de todo y esbueno que lo haya y yo no quiero ponerme prejuicioso antipolítico ni prejuicioso antiargentino ni prejuicioso a secas, pero ¿a nadie más le parece un poco obsceno que lo que hace un político cuando se presenta a elecciones ahora se llame “jugar”? Digo: ¿ya ni siquiera van a disimular un poco?
No sé quién lo habrá dicho por primera vez. Sé que en estos días, de pronto y de repente, todos los quequieren posar de que están en el ajo –plumíferos diversos, vendedores de humo y falsas influencias, diputados con el voto alquilado– lo repiten como si eso les diera alguna chapa: como si los hiciera socios de algún club. Es del mismo orden de patetismo que cuando llaman a los poderosos por su nombre de pila o dicen Malvinas sin artículo. Pero en este caso es casi peor: una mala jugada.
–Yo te digoque juega.
–Che, no juegues conmigo.
–Juega, juega.
Lo usan sobre todo para hablar de Massa, y es casi lógico: de mi intendente se sabe que quiere presentarse, no para qué quiere presentarse. Si va a estar a favor de esto, en contra de esto mismo, aliado con mengano, peleado con mengano. Pero va a jugar. O no va a jugar. Es el jueguito del momento.
–¿Qué te jugás que juega, Cacho?
–¿A quéjugás, hermano? Si a vos te falta un jugador...
Los políticos juegan: hacen como si, agarran soldaditos y muñecas y simulan que son mamá o el superhéroe.
Los políticos juegan: se ponen una camiseta, salen a la cancha. El año próximo se pondrán otra, saldrán con otro equipo.
Los políticos juegan: amarrocaron un pequeño capital de reconocimiento y se lo ponen a una ficha a ver si de casualidadles cae la bola del 22 por ciento.
Los políticos juegan: habría que explicarles la diferencia entre un juego y un juguete. O jugarles una mala pasada, un juego sucio. O jugarles a las escondidas. O juguetear con ellos, sacarlos del juego.
Los políticos juegan: abajo el gato maula, vamos los míseros ratones.
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