Papini Giovanni Nnnn El Espejo Que Huye 1

Páginas: 8 (1889 palabras) Publicado: 9 de agosto de 2015
EL ESPEJO QUE HUYE
Giovanni Papini

Una imposible mañana de invierno, en una estación bien conocida, un hombre al que
no conozco, con abrigo y dos violetas en el ojal, quería demostrarme que los hombres son
felices, que la vida es grande y que el mundo es bello. Yo lo escuchaba con interés,
sacudiendo a cada momento la ceniza de mi cigarrillo, que se consumía al viento sin que
nunca me lo llevaraa la boca. Lo escuchaba y sonreía, y el Hombre que no conozco se
acaloraba cada vez más y ya del humour pasaba al sentimiento, al entusiasmo, al delirio.
La fuga de sus rápidas palabras, escurridizas, duras, como acabadas de fundir, como
acuñadas de nuevo en algún sitio, hacía poco tiempo, me llenaba de una embriaguez muy
parecida a la que da el champaña. Algo picante y saltarín; una necesidad deabrazar y de
llorar, de bailar, de reír a pequeños impulsos.
A un cierto momento, su voz dijo:
- Piense, caballero, piense en la grandeza del progreso que se realiza bajo nuestros
ojos, en el progreso que lleva a los hombres del pasado al futuro, de aquello que ya no es
a lo que no es todavía, de aquello que se recuerda a aquello que se espera. Los salvajes
no prevén el futuro, no piensan en lopor venir; no prevén y no previenen. Pero nosotros:
nosotros, hombres civilizados; nosotros, hombres nuevos, vivimos para el futuro y gracias
al futuro. Toda nuestra vida está dirigida hacia lo que tiene que venir, está construida en
vista a lo que sucederá. Nuestros hombres consagran el hoy al mañana, siempre, cada
día que pasa al mañana que pasará, respetuosamente y valerosamente.
Este enormeprogreso del espíritu profético es lo que hace desvanecerse los peligros,
que nos da fuerzas, que hace descubrir nuevas posibilidades, que nos convierte en
dueños de la tierra, del mar y del cielo, y de una cosa que vale más que todo eso,
caballero: ¡nosotros mismos!
Pero en aquel momento un tren expreso llegó a la estación. Su solemne ruido en los
cruces de las vías, su breve silbido, decidido eirritado, interrumpieron el discurso del
Hombre que no conozco. Cuando el tren estuvo tranquilo y sólo se oyeron los sordos
bufidos de la máquina y los viajeros huyeron, el Hombre quiso seguir hablando, pero yo
se lo impedí:
- Señor Hombre - le dije - este tren que ha llegado ahora, ¿no le ha dicho nada que
convenga a nuestro asunto? ¿No ha entendido su respuesta? ¿Quiere que se la repita yo,
humildetraductor, ya que sé traducir la lengua de los trenes y de muchas otras cosas?
Hasta hace pocos minutos este tren corría a una velocidad media de ochenta
kilómetros por hora, pequeño mundo repleto e iluminado, a través de la campiña solitaria
y neblinosa. Y he aquí que, de repente, se ha detenido, los habitantes de esta pequeña
ciudad en fuga han desaparecido y el maquinista se seca la frente conaire poco
satisfecho. Las ruedas están quietas perezosamente en las vías y los vagones, vacíos y
oscuros, añoran el parloteo de los viajeros y las maletas de variados colores. Así termina
una fuga cuando se viaja sobre vías. Pero dejemos el tren y volvamos a los hombres. En
este momento yo pienso en una cosa absurda y se la digo a usted, señor Hombre, y la
digo porque no hay aquí multitudes quepuedan oírme. Si estuvieran aquí todos los que
deseo, diría:
»Imaginad, hombres, una cosa imposible, una cosa absurda, loca, increíble y terrible.
Imaginad que todo el mundo se detuviera de repente, en un instante determinado, y que
todas las cosas se quedaran en el punto en que estaban y que todos los hombres se
volvieran inmóviles, casi estatuas, en aquella actitud en que estaban en aquelmomento,
en el acto que estaban realizando... Si esto sucediera y, a pesar de ello, continuara en los
hombres el pensamiento, y pudieran recordar y juzgar lo que hicieron y lo que estaban

haciendo, y pudieran considerar todo lo que han realizado desde su nacimiento y volver a
pensar en lo que querían realizar antes de la muerte, ¡imaginaos cuánta desesperación
ardería bajo el tétrico silencio de este...
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