Paradigmas
16 Agosto, 2012 - 19:58
CREDITO:
Eduardo Turrent Mena
Enrique Peña Nieto se autodefine como un político pragmático. Es una afirmación interesante, especialmente enestos tiempos en los que el panorama teórico es un caprichoso flujo de opiniones que cambia de rumbo de manera constante. Precisamente esa ambigüedad ha sido una de las características que le hapermitido al PRI ser un partido “atrapa-todo” que se desplaza del centro a la derecha o la izquierda en congruencia con el escenario político-económico imperante.
Sin embargo, no es lo mismo ser pragmáticoa mediados del Siglo XX que a principios del Siglo XXI. Durante la mayor parte del siglo pasado, el designio presidencial era suficiente para que el Congreso impulsara y, en su caso, aprobara reformasconsideradas indispensables para el progreso del país. Los distintos sectores —político, económico, laboral y social— estaban comprendidos dentro de la estructura clientelar del PRI, y por lo tantola resistencia a las reformas era inusual, y por lo general, manejable.
Sin mayoría en el Congreso, los últimos dos sexenios panistas se han caracterizado en buena medida por los intentos fallidospara aprobar reformas como la fiscal o la laboral.
El nuevo paradigma es incompatible con el pragmatismo que era típico en la “presidencia imperial.” La enorme variedad de intereses creados y de poderesfacticos han hecho que la tarea de llegar a acuerdos y generar consensos parezca imposible.
Evidentemente, la incapacidad para impulsar reformas tan importantes como las mencionadas ha provocado quenuestro país entre a un letargo que ha impedido avanzar en distintos ámbitos de la vida pública.
El diagnóstico, la explicación (o la justificación) más socorrida consiste en que durante los últimosdos sexenios el partido en el gobierno no ha alcanzado una mayoría legislativa; que la oposición ha sido irresponsable y se ha dedicado a bloquear las iniciativas del Ejecutivo. En las pasadas...
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