Parias malditas que somos
PARIAS (MAL)DITAS QUE SOMOS: EMERGENCIA SUBJETIVA Y ENFERMEDAD EN LAS NARRADORAS VENEZOLANAS (1936–1945)
Mariana Libertad Suárez * Universidad Simón Bolívar/ Centro de Investigaciones Postdoctorales Universidad Central de Venezuela
Como nos debiéramos irnos todos, parias malditos que somos. Esta iniquidad no sigue. Hay que acabar con estainfamia. Desde hoy, huelga de hambre, y que nos ultimen a todos, si eso es lo que quieren esas monjas y curas. Y cayó sobre la cama —como cohete después de la explosión, apagado— cual niño, llorando. (“HOSPITAL”, ELINOR DE MONTEYRO)
PALABRAS CLAVE: SALUD/ENFERMEDAD, GÉNERO, REGIONALISMO, NARRADORAS VENEZOLANAS, SUBJETIVIDAD
I.
El origen de la (in)famia1
E
* 1
n el capítulo destinado ala disciplina incluido en Vigilar y Castigar, Michel Foucault afirma: “El espacio disciplinario tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos que repartir hay” (146). Luego, el autor añade que la división constituye un procedimiento útil para “conocer, para dominar y pa-
marianalibertad@gmail.com El empleo del término (mal)dita está asociado en este caso con la propuestacontenida en El gesto de Antígona o la escritura como resposabilidad, donde Eleonora Cróquer —para hablar acerca de las escrituras de mujer de finales del siglo XX que heredaron esta práctica— asegura que: La expresión “decir al revés” puede recordarnos, cuando menos de manera inmediata, ciertas tácticas de comunicación cifrada y, al mismo tiempo, ciertas acusaciones hechas a prácticascontraculturales: dice al revés palabras sencillas los hermanos, para trabar complicidades al margen de la autoridad paterna […] Decir en otra dirección, decir de manera equivocada, decir incorrectamente, mal–decir; o bien des–decir, contradecir, decir en contra… “Decir al revés”, entonces, nos remite a una zona de coincidencias entre la palabra pronunciada, el uso que se le da a esa
Mariana Libertad Suárezra utilizar [pues] La disciplina organiza un espacio analítico” (147). En otras palabras, Foucault asegura que uno de los mecanismos disciplinadores (y, por tanto, fundamentales) del poder radica en la compartimentación de los espacios y en la distribución equilibrada de la población en los mismos, al tiempo que demuestra la recurrencia de esa práctica en diversos períodos de fundación enOccidente. La conciencia de este movimiento —tan frecuente como necesario al momento de establecer imágenes y códigos de comunicación en grupos sociales emergentes y, por extensión, en los sujetos que los conforman— hace más fácil encontrar ciertas relaciones subyacentes entre los estereotipos de género representados a finales del siglo XIX venezolano y aquellos producidos en las décadas de 1930 y 1940.Pues, sin duda, y a pesar de la distancia temporal, dentro de las producciones discursivas venezolanas de los últimos ciento cincuenta años, las nociones de salud/enfermedad —asociadas de manera automática a las de heroísmo/villanía— surgen como consecuencia de la compartimentación consciente y explícita de la sociedad desde el canon o, lo que es lo mismo, desde los núcleos del podersimbólico–discursivos. Por ello, no es extraño encontrar en la narrativa nacional venezolana de casi cualquier período entes femeninos y contaminantes cuya debilidad física o enfermedad se debe, en un momento determinado, a su “invasión” del espacio masculino; en otras épocas, a la sobreemocionalidad irrenunciablemente femenina, y, en la mayoría de las ocasiones, a su capacidad reproductiva (condiciones que —entodos los casos— se fueron formando y transformando en el imaginario nacional hasta los primeros años del siglo XX). No por casualidad, en Limpias y modernas, María Emma Mannarelli propone que para comienzos del siglo XX:
Pese al afán descriptivo que trasunta el deseo de control, la anatomía femenina se vislumbra como aquel “complejo obscuro y mal interpretado”, por lo menos
palabra y el...
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