Parte de Platero y Yo

Páginas: 126 (31495 palabras) Publicado: 8 de marzo de 2014
Juan Ramón Jiménez

Platero y yo

A la memoria de AGUEDILLA, la pobre loca de la calle del Sol que me
mandaba moras y claveles.

Prologuillo
Suele creerse que yo escribí «Platero y yo» para los niños, que es un libro
para niños.
No. En «La Lectura», que sabía que yo estaba con ese libro, me pidió que
adelantase un conjunto de sus páginas más idílicas para su «Biblioteca
Juventud».Entonces, alterando la idea momentánea, escribí este prologo:
Advertencia a los hombres que lean este libro para niños: Este breve
libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero,
estaba escrito para… ¡qué se yo para quién!… para quien escribimos los poetas
líricos… Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien!
«Dondequiera que haya niños—dice Novalis— existe una edad de oro». Pues
por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el
corazón del poeta, y se encuentra allí tan a gusto, que su mejor deseo sería no
tener que abandonarlo nunca.
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te
halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sinsentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer!
Yo nunca he escrito ni escribiré nada para niños, porque creo que el niño
puede leer los libros que lee el hombre, con determinadas excepciones que a
todos se les ocurren. También habrá excepciones para hombres y para mujeres,
etc.

I: Platero
Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todode algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son
duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,
rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo
dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe
en no sé qué cascabeleo ideal…
Come cuanto ledoy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas
moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco
por dentro como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se
quedan mirándolo:
—Tien’ asero…Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

II: Mariposas blancas
La noche cae, brumosa ya y morada. Vagas claridades malvas y verdes
perduran tras la torre de la iglesia. El camino sube, lleno de sombras, de
campanillas, de fragancia de hierba, de canciones, de cansancio y de anhelo. De
pronto, un hombre oscuro, con una gorra y un pincho, roja un instante la cara
fea por la luzdel cigarro, baja a nosotros de una casucha miserable, perdida
entre sacas de carbón. Platero se amedrenta.
—¿Ba argo?
—Vea usted… Mariposas blancas…
El hombre quiere clavar su pincho de hierro en el seroncillo, y no lo evito.
Abro la alforja y él no ve nada. Y el alimento ideal pasa, libre y cándido, sin
pagar su tributo a los Consumos…

III: Juegos del anochecer
Cuando, en elcrepúsculo del pueblo, Platero y yo entramos, ateridos, por
la oscuridad morada de la calleja miserable que da al río seco, los niños pobres
juegan a asustarse, fingiéndose mendigos. Uno se echa un saco a la cabeza, otro
dice que no ve, otro se hace el cojo…
Después, en ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y
un vestido, y como sus madres, ellas sabrán cómo, les han dado algo decomer,
se creen unos príncipes:
—Mi pare tie un reló e plata.
—Y er mío, un cabayo.
—Y er mío, una ejcopeta.
Reloj que levantará a la madrugada, escopeta que no matará el hambre,
caballo que llevará a la miseria… El corro, luego. Entre tanta negrura, una niña
forastera, que habla de otro modo, la sobrina del Pájaro Verde, con voz débil,
hilo de cristal acuoso en la sombra, canta...
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