Pasteur
asdgsdgsdgsdgsdggasddsgdsgdgasdgsadgadsnfjaedfioWJF9SHdfhASDIHASIHDIH097a86w97egtriewg4t8ef7ihdsfighsdufgiusdfiydgsfgsdfdfgdfgdfgfgadfgadfgPero dejemos a un lado nuestra petulancia, y recordemos que cuando
Leeuwenhoek nació no existían microscopios, sino simples lupas o cristales de
aumento a través de los cuales podría habermirado Leeuwenhoek, hasta envejecer,
sin lograr descubrir un ser más pequeño que el acaro del queso. Ya hemos dicho que
cada vez perfeccionaba más sus lentes, con persistencia de lunático, examinandocuanta cosa tenía por delante, tanto las más íntimas como las más desagradables.
Pero esta aparente manía, le sirvió como preparación para aquel día fortuito en que, a
través de su lente dejuguete, montada en oro, observó una pequeña gota de agua
clara de lluvia.
Lo que vio aquel día, es el comienzo de esta historia. Leeuwenhoek era un
observador maniático; pero ¿a quién, sino a unhombre tan singular se le habría
ocurrido observar algo tan poco interesante: una de las millones de gotas de agua que
caen del cielo? Su hija María, de 19 años, que cuidaba cariñosamente a suextravagante padre, lo contemplaba, mientras él, completamente abstraído, cogía un
tubito de cristal, lo calentaba al rojo vivo y lo estiraba hasta darle el grosor de un
cabello... María adoraba asu padre. ¡Ay del vecino que se permitiera burlarse de él!
Pero, ¿qué demonios se proponía hacer con ese tubito capilar?
Ahora, nuestro distraído hombre, con ojos dilatados, rompe el tubo enpedacitos,
sale al jardín y se inclina sobre una vasija de barro que hay allí para medir la cantidad mncvjkhdsnfjbfliidlghidhfgioerioh84h8g74rgougruoqw4t74gfgPero dejemos a un lado nuestra petulancia, y...
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