PDF Saer Juan Jose La Pesquisa

Páginas: 215 (53574 palabras) Publicado: 25 de mayo de 2015
LA PESQUISA – JUAN JOSÉ SAER
SEIX BARRAL
Biblioteca Breve
Tercera edición: octubre de 1997
Impreso en la Argentina
A Ricardo Piglia
Allá, en cambio, en diciembre, la noche llega rápido. Morvan lo sabía. Y
a causa de su temperamento y quizás también de su oficio, casi inmediatamente después de haber vuelto del almuerzo, desde el tercer piso
del despacho especial en el bulevar Voltaire, escrutabacon inquietud
las primeras señales de la noche a través de los vidrios helados de la
ventana y de las ramas de los plátanos, lustrosas y peladas en contradicción con la promesa de los dioses, o sea que los plátanos nunca perderían las hojas, porque fue bajo un plátano que en Creta el toro intolerablemente blanco, con las astas en forma de medialuna, después de
haberla raptado en una playa de Tiroo de Sidón –para el caso es lo
mismo– violó, como es sabido, a la ninfa aterrada.
Morvan lo sabía. Y sabía también que era al anochecer, cuando la bola
de fango arcaica y gastada, empecinada en girar, desplazaba el punto
en el que se agitaban, él y ese lugar llamado París, alejándolo del sol,
privándolo de su claridad desdeñosa, sabía que era a esa hora cuando
la sombra que venía persiguiendodesde hacía nueve meses, inmediata
y sin embargo inasible igual que su propia sombra, acostumbraba a
salir del desván polvoriento en el que dormitaba, disponiéndose a golpear. Y ya lo había hecho –agárrense bien– veintisiete veces.
Allá la gente vive más que en cualquier otro lugar del planeta; se vive
más tiempo si se es francés o alemán que africano y, si se es francés,
se vive más tiempo si se es,parece, hombre de la ciudad que agricultor
por ejemplo, y si se es de la ciudad –siempre según las estadísticas– se
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vive mucho más tiempo si se es parisino que si se es de cualquier otra
ciudad y, si se es parisino, se vive mucho más tiempo si se es mujer
que si se es hombre –y algo debe haber de cierto en todo esto, porque
en París abundan las viejecitas: nobles, burguesas,pequeñoburguesas
o proletarias, solteronas achicharradas o mujeres libres que envejecieron obstinándose en no perder su independencia orgullosa, viudas de
notarios o de médicos, de comerciantes o de conductores de subterráneo, exverduleras o exprofesoras de dibujo o de canto, novelistas en
plena actividad, emigradas rusas o californianas, viejas judías sobrevivientes de la deportación, e incluso antiguas cocottes,obligadas a retirarse por un censor más severo que las buenas costumbres, quiero decir el tiempo: la luz del día las ve reaparecer cada mañana, emperifolladas o casi en harapos, según su condición, estudiando dubitativas los
estantes multicolores de los supermercados, o, si hace buen tiempo, en
los bancos verde oscuro de las plazas y de las avenidas, sentadas solas
y tiesas o en conversaciónanimada con algún otro ejemplar de su especie, o dándole, en actitud ya inmortalizada por las postales, migas a
las palomas; de mañana, en primavera, se las puede divisar en salto de
cama, el torso inclinado hacia el vacío en la ventana de un quinto o
sexto piso regando con aplicación malvones florecidos. En el interior de
los edificios se las ve subir o bajar las escaleras, precavidas y lentas,
conun bolso de provisiones o un caniche nervioso, pueril y un poco ridículo que llevan en los brazos y del que hablan a veces con algún vecino
empleando una terminología de análisis psicológico que ningún psicólogo se atrevería ya a aplicar a un ser humano. Cuando son demasiado
viejas, el asilo o la muerte las escamotean, sin que sin embargo su número disminuya, porque nuevas promociones de viudas, dedivorciadas
y de solteronas, después del lapso irreal y demasiado largo de lo que
llaman vida activa, vienen a ocupar, habiendo ya enterrado a todos sus
parientes y conocidos, inconcientes o resignadas, las vacantes.
La obstinación por durar, más misteriosa todavía que el concurso de circunstancias que puso al mundo en funcionamiento y más tarde a ellas –
y también a nosotros– en el mundo, las...
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