pecados
A mitad de los años noventa se asistía desde un punto de vista doctrinal a un cierto balance crítico de las corrientes posmodernistas que habían estadoponiendo el acento en la naturaleza ilusoria de la imagen, mientras que en lo tecnológico se consolidaba el tránsito a la fotografía digital, con todas las incertidumbres respecto a las imparablestransformaciones futuras. En ese contexto El beso de Judas aspiraba a proponer una “humanística de la fotografía” cuya meta apuntaría —con evidente humildad— a lograr una mayor conciencia y sabiduríavisual. Más que interpretar la fotografía según un determinado formato técnico, me convenía entenderla como una particular cultura de la visión, una cultura conformada por una serie de pilares conceptualescomo la verdad, la memoria y la identidad. Ese enfoque digamos fenomenológico orbitaría alrededor de un concepto que hoy podríamos llamar “desrealidad” —categoría de amplio espectro pero cuya bandaancha la ocuparía la ficción—. La noción de “desrealidad” nos ayuda a inventar alternativas a modelos hegemónicos de representación de lo real, ya se asienten en cuestionamientos semióticos, éticos,...
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