pedro paramo

Páginas: 134 (33385 palabras) Publicado: 30 de agosto de 2014
Pedro Páramo
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría; pues ella estaba por morirse y yo en plan de prometerlo todo. «No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de otro modo y de este otro. Estoy segura de que le dará gustoconocerte.» Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría,
y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas.
Todavía antes me había dicho:
—No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a
darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro.
—Así lo haré, madre.
Perono pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a
llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue
formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado
Pedro Páramo, el marido de mi madre. Por eso vine a Comala.
Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente,
envenenado por el olor podrido de las saponarias.
Elcamino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que
va, sube; para el que viene, baja».
—¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?
—Comala, señor.
—¿Está seguro de que ya es Comala?
—Seguro, señor.
—¿Y por qué se ve esto tan triste?
—Son los tiempos, señor.
Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su
nostalgia, entreretazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala,
por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos
con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: «Hay allí,
pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura
verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala,
blanqueando la tierra, iluminándoladurante la noche». Y su voz era secreta,
casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre.
—¿Y a qué va usted a Comala, si se puede saber? —oí que me preguntaban.
—Voy a ver a mi padre —contesté.
—¡Ah! —dijo él.
Y volvimos al silencio.
Caminábamos cuesta abajo, oyendo el trote rebotado de los burros. Los
ojos reventados por el sopor del sueño, en la canícula de agosto.
—Bonita fiesta le vaa armar —volví a oír la voz del que iba allí a mi lado—.
Se pondrá contento de ver a alguien después de tantos años que nadie viene por
aquí.
Luego añadió:
—Sea usted quien sea, se alegrará de verlo.
En la reverberación del sol, la llanura parecía una laguna transparente,
deshecha en vapores por donde se traslucía un horizonte gris. Y más allá, una
línea de montañas. Y todavía más allá, lamás remota lejanía.
—¿Y qué trazas tiene su padre, si se puede saber?
—No lo conozco —le dije—. Sólo sé que se llama Pedro Páramo.
—¡Ah!, vaya.
—Sí, así me dijeron que se llamaba.
Oí otra vez el «¡ah!» del arriero.
Me había topado con él en Los Encuentros, donde se cruzaban varios
caminos. Me estuve allí esperando, hasta que al fin apareció este hombre.
—¿Adónde va usted? —le pregunté.—Voy para abajo, señor.
—¿Conoce un lugar llamado Comala?
—Para allá mismo voy.
Y lo seguí. Fui tras él tratando de emparejarme a su paso, hasta que
pareció darse cuenta de que lo seguía y disminuyó la prisa de su carrera.
Después los dos íbamos tan pegados que casi nos tocábamos los hombros.
—Yo también soy hijo de Pedro Páramo —me dijo.
Una bandada de cuervos pasó cruzando el cielo vacío,haciendo cuar, cuar,
cuar.
Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos
dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin
aire. Todo parecía estar como en espera de algo.
—Hace calor aquí —dije.
—Sí, y esto no es nada —me contestó el otro—. Cálmese. Ya lo sentirá más
fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la...
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