Penal

Crónica del súper.

Es una tarde más en el orbe metropolitano, cuan costumbre de fin de semana la familiar ocupa el tiempo en el esparcimiento, así pues con el ímpetu en alto salimos a la calle condirección a la plaza comercial donde se encuentra la tienda de autoservicio.

Arrepentidos de haber abandonado el refugio del hogar a los pocos minutos de estar en la calle por el desquiciantetránsito que ahorca la hora pico, lo que empezaba como recreación pinta como ahora como “desquiación”.

Armados mi pareja y yo con el dinero plástico nos disponemos a realizar las compras domésticas queabastecerán nuestra semana entrante, y determinado en la idea de comprar sólo lo necesario es que nos adentramos en la selva de abarrotes, lácteos y demás productos.

En la entrada se encuentran losnativos del supermercado, distinguidos por su uniforme de colores agrios que muestran poco entusiasmo al recibirte que con una cara larga y a veces sin voltearte a ver te obsequian el folleto dedescuentos vigentes de la temporada.

Arroyados en los pasillos de las ofertas, resignados a tomar los productos que los nativos te imponen y cansados por recorrer una marcha kilométrica en el interiorde los pasillos, nos disponemos a culminar la compra dirigiéndonos a las cajas; mirándonos con ojos rencorosos porque no nos consentimos en lo que deseábamos sino nos atuvimos a lo que necesitábamos,parece que mi pareja y yo nos hemos distanciado en el evento, cabizbaja pienso que me tomará tiempo hacer las paces cuando descubro que tiempo es lo que abunda al notar que sólo hay dos cajas abiertasy que la fila de clientes es peor a la marabunta del pasillo de mayor oferta.

Hacemos las pases, volvemos a pelear, nos reconciliamos, platicamos de nuestro último libro leído que por ciertoempezamos a leer formados, y finalmente llegamos con la cajera nativa que deberá cobrarnos las mercancías que hemos decidido llevar, a pesar de ser de notoria innocuidad, pregunta si hemos encontrado lo...