Pensión Babilonia

PENSIÓN BABILONIA 1. LA PISTOLA ESCONDIDA

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A las dos de la tarde, Laura bajó del bus escolar y tocó el timbre. Cuando entró a la casa, halló a su madre moviendo los muebles de la sala. Aunque de tanto en tanto Elena cambiaba de ubicación el mobiliario para renovar el ambiente, esta vez lo hacía de una manera extraña. La mesa del comedor estaba pegada a una pared, había sacado sumáquina de coser hasta el sitio que antes ocupaba el equipo de sonido, y el sofá antiguo se encontraba ahora en el dormitorio principal. Sus zapatos repicaban sin descanso mientras la empleada la seguía de un lado a otro con cara de desconcierto. Había algo inesperado en este cambio, pero no fue hasta la cena que Elena se sentó en la cocina y le contó a Laura que papá se había ido a vivir en otra casa,porque no las quería a ellas sino a otra mujer, de la que se había enamorado. Pasados los años, Laura recordaría este momento con incredulidad. Elena lucía fatigada y llevaba un pañuelo colgado al cuello para proteger su respiración en el momento de levantar polvo de los muebles o sacudir la alfombra. La declaración fue rápida y sin preámbulos. Papá se había ido con otra mujer. Laura no seríacapaz de entender cómo su madre le había soltado semejante declaración, menos aun considerando la edad que tenía entonces (no había cumplido los diez) y la admiración que sentía por su padre. Fue como caer hacia un oscuro pozo, herida por un rayo. Su madre trató de acariciarla, pero ella rechazó la mano y se encerró en su habitación. Se deslizó bajo las sábanas de su cama, pero con los pies endirección a la almohada, avanzando de cabeza hacia el borde en que la tela se mete por debajo del colchón y da la vuelta, giro que ella relacionaba con el paso a un mundo invertido donde, según un cuento que escuchara a su maestra, todo era lo contrario. Su mano derecha sería entonces izquierda, y los muebles estarían en el techo. Su padre se encontraría en la sala, y su madre se habría largado oestaría probablemente muerta. Sólo habitarían en la casa padre e hija, el viudo de cabello claro y su pequeña hija de sombría cabellera. Tal era su deseo, pero las cobijas estaban demasiado ajustadas y la estructura de madera, de ese lado, le impedía pasar por la rendija. Laura se arrebujó en aquella frontera y lloró desconsoladamente, hasta sentir que se asfixiaba bajo las sábanas. Se deslizó deregreso, respiró y se acomodó en el sentido habitual, con la cabeza sobre la almohada. Miró hacia la pared y se pasó el dorso de la mano sobre el pómulo mojado por las lágrimas. Sobre su mesita de noche tenía todavía aquella enorme 2

concha spondylus que había recogido un año atrás en Canoa, cuando sus padres, por su cumpleaños, le pagaron un viaje en bote a ver las ballenas en su cumpleaños y unacena con torta en un restaurante caro y muy bonito. Los zapatos de su madre repicaron hasta su puerta y se detuvieron. Seguramente respiraba inmóvil del otro lado, tratando de escucharla. Laura hizo silencio y se quedó quieta. Los insectos en la selva saben fingir que están muertos o toman la forma de un palito, para desaparecer. Con su quietud ella desaparecía, escapaba de la atención de la pequeñamujer de zapatos negros con taco ancho que la espiaba. Sonaron dos tímidos golpes en la puerta. Silencio. Laura odiaba esos zapatos, odiaba sobre todo su sonido, que antecedía siempre a una orden o una queja. Durante un tiempo Elena se había esforzado por usar calzado de taco elevado y fino, pero fracasó. Le era tan difícil caminar en esos zapatos que durante su boda usó unos blancos de tacoancho, lo cual afeaba horriblemente las fotos en que aparecía de cuerpo entero. Le llegaba a su marido más abajo del hombro y su cuerpo había adelgazado, aunque seguía siendo redondeado. Era la única foto en que su cara parecía bonita. Luego, el parto había normalizado las cosas y ella se engrosó. Por un problema de su salud, le habían inyectado cortisona. Eso, la modestia y un miedo indefinido al...