Perdicion
Celeste Bradley
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32
Índice
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Epílogo 85
1
Inglaterra, 1831
Izzy estaba teniendo uno de aquellos sueños. Esos de los que nadie hablaba, que nadie confesaba tener. El tipo de sueño que la hacía sonrojarse al recordarlo a la mañana siguiente. Sin embargo, aquel no se parecía a ningún otro. Era mucho más real.
La mano que sentía a la altura de la rodillaera cálida. En el muslo, era puro fuego. Su cuerpo ardía hasta lo más profundo de su ser, el lugar adonde sus fantasías más oscuras la empujaban sin tregua. Y ella las siguió de buen grado. La caricia incitaba, seducía, abrasaba. Su cuerpo se derretía al contacto.
Cuando los dedos se cerraron sobre el dobladillo del camisón y le subieron la prenda hasta las caderas, el leve roce de las uñasdejó un rastro hormigante en su piel. Un estremecimiento placentero, un escalofrío de expectación, una caricia incitante.
El contacto se tornó más ansioso, más deliberado, instándola a mostrar el mismo apremio. Y éste en efecto emergió, incendiándole las venas. El sueño cobró mayor intensidad hasta que no quedó más que aquel fuego y su pulso acelerado.
Izzy se estiró, presa de anhelo.La mano descendía acariciante por la cara externa de su muslo para subir a continuación por la interna. Arqueó el cuerpo para recibir la caricia, sin saber qué otra cosa hacer. Cuando el contacto cesó, ella continuó arqueándose, echó la cabeza hacia atrás, consciente sólo de aquella extensión de su piel que ardía bajó la mano desconocida.
«No te detengas...»
Suspiró al sentir elcontacto de una segunda mano ascendiendo por su tórax, abriéndose paso bajó el camisón. Izzy deslizó los dedos entre su pelo y se dejó caer sin fuerzas sobre las almohadas, en señal de rendición. Aquellas manos fuertes y ardientes la agarraron entonces por la cintura y tiraron de ella hacia abajo. Ella se dejó llevar por una ladera abrasadora, dejando atrás las almohadas, segura de que las manos no ladejarían caer.
De su garganta brotó un ronroneo.
Los abrasadores dedos trazaron un círculo alrededor de su ombligo. Su vientre se contrajo en respuesta, relajándose a continuación a medida que la caricia se suavizaba y comenzaba a descender. Sus muslos se abrieron y su cabeza cayó hacia atrás, arqueándose, en un gesto que distaba mucho de ser una negativa. El círculo se amplió e Izzy seretorció inquieta. Entonces comenzó a sentir un estremecimiento en el vértice de sus piernas abiertas y su aliento se hizo dificultoso. Más cerca.
Deseaba...
No sabía lo que deseaba. Toda ella era deseo. Estaba anhelante, sedienta. Un estremecimiento la recorrió.
Entonces dejó escapar un gemido de placer, el suave sonido de su anhelo femenino. Eso penetró en su sueño,arrancándola de las profundidades de su fantasía. La voz le resultaba familiar, el sonido no. ¿Quién lo había hecho?
Un súbito aliento en su oído la despertó de golpe.
«¡No era un sueño!»
Con una sacudida, se apartó de aquellas manos, pero el cuerpo al que pertenecían cayó con dureza sobre el suyo. Inspiró para gritar, pero sus labios fueron sellados. Las manos apresaron las suyas,presionándoselas contra el colchón. Su cuerpo se hundió en la base de plumas mientras forcejeaba bajó el peso.
La aspereza de la piel sin afeitar del intruso le arañó la cara cuando sus labios se posaron sobre los de ella acariciándoselos una y otra vez. El miedo la invadió, dejándola sin respiración.
¡No podía moverse, no podía gritar! Abrió los ojos de par en par en la oscuridad al sentir...
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