perez reverte

Páginas: 310 (77297 palabras) Publicado: 12 de noviembre de 2014
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Novela de aventuras pero también policiaca, de traiciones y maniobras
políticas en el Madrid galdosiano de 1868. El maestro de esgrima es la
historia de un mundo de tahúres y mercachifles mantenido a distancia por un
florete honorable. Pero es, sobre todo, una inquietante parábola sobre el poder
del dinero, la ambiciónpolítica y la extinción de los valores de honradez y
fidelidad en los finales del siglo XX.

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Arturo Pérez-Reverte

El maestro de esgrima
ePUB r1.1
Meddle 02.04.14

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Título original: El maestro de esgrima
Arturo Pérez-Reverte, 1988
Retoque de portada: Meddle
Editor digital: Meddle
Corrección de erratas: Glorfindel
ePub base r1.0

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A Carlota.
Y al Caballero del Jubón Amarillo.

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«Soy el hombre más cortés del mundo. Me precio de no haber sido grosero nunca,
en esta tierra donde hay tantos insoportables bellacos que vienen a sentarse junto a
uno, a contarle sus cuitas e incluso a declamarle sus versos.»
Enrique Heine. Cuadros de viaje.

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El cristal de las panzudas copas de coñac reflejaba las bujías que ardían en los
candelabros de plata. Entre dos bocanadas de humo, ocupado en encender un sólido
veguero de Vuelta Abajo, el ministro estudió con disimulo a su interlocutor. No le cabía
la menor duda de que aquel hombre eraun canalla; pero lo había visto llegar ante la
puerta de Lhardy en una impecable berlina tirada por dos soberbias yeguas inglesas, y
los dedos finos y cuidados que retiraban la vitola del habano lucían un valioso solitario
montado en oro. Todo eso, más su elegante desenvoltura y los precisos antecedentes
que había ordenado reunir sobre él, lo situaban automáticamente en la categoría decanallas distinguidos. Y para el ministro, muy lejos de considerarse un radical en
cuestiones éticas, no todos los canallas eran iguales; su grado de aceptación social
estaba en relación directa con la distinción y fortuna de cada cual. Sobre todo si, a
cuenta de aquella pequeña violencia moral, se obtenían importantes ventajas materiales.
—Necesito pruebas —dijo el ministro; pero sólo era unafrase. En realidad, era
evidente que estaba convencido de antemano: él pagaba la cena. Su interlocutor sonrió
apenas, como quien escucha exactamente aquello que espera escuchar. Seguía
sonriendo cuando se estiró los puños inmaculadamente blancos de la camisa, haciendo
refulgir unos llamativos gemelos de diamantes, e introdujo una mano en el bolsillo
interior de la levita.
—Pruebas, naturalmente—murmuró con suave ironía.
El sobre cerrado con lacre, sin sello alguno, quedó sobre el mantel de hilo,
alineado con el borde de la mesa, cerca de las manos del ministro. Éste no lo tocó,
como si temiera algún contagio, limitándose a mirar a su interlocutor.
—Le escucho —dijo. El otro se encogió de hombros haciendo un gesto vago en
dirección al sobre; parecía que el contenido hubiera dejado deinteresarle desde el
momento en que abandonó sus manos.
—No sé —comentó, como si todo aquello careciese de importancia—. Nombres,
direcciones… Una bonita relación, imagino. Bonita para usted. Algo con que entretener
a sus agentes durante algún tiempo.
—¿Figuran todos los implicados?
—Digamos que están los que deben estar. Al fin y al cabo, creo conveniente
administrar con prudencia mi...
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