perfildeunfotógrafo
Páginas: 19 (4643 palabras)
Publicado: 17 de noviembre de 2015
Autor: Juan Gabriel Vásquez (Colombia)
Medio: El Malpensante (Colombia)
EL QUE ESCRIBE CON LA LUZ
Si bien la fotografía de un escritor no necesita palabras, el perfil de un fotógrafo no es lo
mismo sin imágenes. Fieles al axioma, presentamos el perfil de un inspirado retratista de
escritores más una exquisita selección de fotos.
UNO
Muchos años después, frente a una taza de café en un hotel de Segovia, el fotógrafo Da‐
niel Mordzinski había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer
el circo. Cada asistente recibía en la entrada un número de papel con el cual participaría
en una rifa: el padre de Daniel dobló los dos papelitos, el suyo y el de su hijo, y los guardó en algún bolsillo; y tanto Daniel como su padre se olvidaron de ambos papelitos hasta el
intermedio, cuando un payaso ocupó el centro de la pista, hizo el sorteo, sacó el número
ganador y lo anunció: era el catorce.
–Nosotros lo tenemos –le dijo Daniel a su padre–. Ganamos, papá.
Su padre buscó el número, revisó cada bolsillo y cada pliegue de la ropa, pero solo en‐contró el trece. “El otro está por ahí”, le dijo Daniel, y el padre buscó, pero sin éxito: lo
había perdido. Daniel, sin amilanarse y con el número trece en la mano, se acercó a la pis‐
ta. “Soy yo”, le dijo al payaso, “pero el número lo perdimos”. Le debió de parecer inve‐
rosímil que el payaso no le creyera, ni siquiera cuando Daniel le hizo notar que ellos dos
tenían el trece, que nadie más tenía el catorce, y que si ellos tenían el trece, era evidente que ellos habían tenido el catorce. El payaso repitió el procedimiento, otro número salió, y
este número, esta vez, sí tenía dueño. Daniel, que por entonces tendría unos seis o siete
años, no recuerda quién fue el ganador, pero sí recuerda –recuerda perfectamente– cuál
fue el premio: una cámara Kodak Fiesta instamatic. Se fue de la rifa llorando y no dejó de llorar en toda la tarde. Y muchos años después, frente a una taza de café en un hotel de
Segovia, Daniel dice: “Toda la vida. Toda la vida vengándome de esa cámara que me quita‐
ron. Yo sé que es una interpretación muy psicoanalítica de mi oficio, muy argentina. Pero
es que me la quitaron, ¿sabés? Era mía y me la quitaron”.
DOS
La revancha, todo hay que decirlo, le ha salido bastante bien: Daniel Mordzinski, ese niño
argentino, es hoy uno de los grandes fotógrafos de escritores del mundo, y todo lector
asiduo ha visto alguna vez (aunque no la haya reconocido, aunque no sepa quién es Daniel
Mordzinski) una de sus fotos. Hasta su fecha de nacimiento es excepcional: 29 de febrero
del año bisiesto de 1960. Haber nacido en un día que no existe todos los años lo ha afec‐tado de maneras más o menos ocultas, pero Daniel dice, por ejemplo, que a eso debe su
hiperactividad: todos los años tienen para él un día menos de lo debido, y claro, hay que
aprovecharlos al máximo.
Ahora pido disculpas y me pongo levemente autobiográfico. Conocí el trabajo de
Mordzinski en 1996, después de que un tío, que se había enterado de que me iba a París,
sospechara con buen ojo que las razones tenían que ver con la literatura. En la feria del libro de Bogotá se encontró un libro grande, negro y muy bien editado por Norma, donde
un fotógrafo de apellido judío fotografiaba a cuanto escritor latinoamericano hubiera pa‐
sado por París. El libro se llamaba La ciudad de las palabras, y el fotógrafo, bueno, ya sa‐
ben ustedes quién era.
El asunto es que poco después, antes de que terminara ese año, conocí a Mord‐zinski. Fue en la Maison de l’Amérique Latine de París, y una de las primeras cosas que hizo Da‐
niel fue mostrarme a una mujer y decirme: “Es Ugné Karvelis, la ex de Cortázar. ¿Quieres
conocerla?”. Y todavía más que el hecho mismo de aceptar que nos presentara (que a mí
me emocionó de la manera un poco ridícula en que se emocionan las groupies ...
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