Perros en la oscuridad

Perros en la oscuridad
por Miguel Alejandro Hernández Pliego

Te miré mientras despertabas, abriste los ojos y de inmediato los entrecerraste como si te lastimara el sol, lo cual me parece gracioso porque hace más de dos años que el sol no se digna en calentarnos. El nuevo alumbrado público es lo más cercano que tenemos a él; esos enormes faros que mandaron a la quiebra a los dueños de losespectaculares. Aunque por otro lado, todos están en la quiebra, el dinero perdió importancia ya que no queda mucho que comprar, o que vender en realidad. Apoyaste tus manos en el suelo y te levantaste tambaleante, aún sangrabas de las rodillas y las palmas de las manos; tomaste tu escopeta y tu mochila y comenzamos con la aventura del día.
Al salir del callejón, nos encontramos con un escenariobastante habitual, un par de fríos muertos en el suelo; de hecho a los que acababas de matar la noche anterior, o la mañana, no lo sé; perdí la noción del tiempo al mismo tiempo que a los humanos les comenzó a crecer hocico.
Seguimos caminando rumbo al sur, ruta por la que nos decidimos al darnos cuenta que el norte rebozaba de fríos; desde que fuimos para allá, pero no volvimos todos. Lo quequedaba del ejército intentó salvar Bellas Artes y lo que quedaba del Palacio Nacional; se supone que se refugiaban ahí, o al menos eso fue lo que ella nos dijo.
Nos detuvimos en Ciudad Universitaria, como siempre, a que tomaras un libro de la biblioteca central con la idea de que lo leerías, para acabarlo usando como papel de baño, servilleta, o demás cosas que te he visto hacer con ellos, lobueno es que tienes un pésimo gusto y no ha habido alguna obra que lamente ver mientras la arruinas. Caminaste hacia la facultad de letras, y salimos hacia la avenida de los insurgentes a buscar algo de comer, al caminar se escuchaban las moscas quemándose con los faros enormes, atraídas como los fríos a la carne humana. Se escuchó un ladrido, de inmediato volteaste mientras tomabas tu escopeta y tetirabas pecho tierra. Era una jauría. Traté de atraerlos hacia mí, pero no era mi aroma que los volvía locos, sino el tuyo, esta vez eran mas grandes, los brazos se les habían alargado hasta el suelo en vez de que se les encogieran las piernas como a los demás, sus colmillos eran filosos y sus cuerpos pelones se tornaban blancos, no, más bien sin color, como transparentes a excepción de unoscuantos lunares y canas en sus pieles flácidas y arrugadas, pero lo peor era su olor, un olor ácido que hacía vomitar, un aroma que parecía tener presencia, un olor que se te pegaba en la piel y poco a poco te despegaba la piel de los músculos, te despintaba como cloro hasta que poco a poco te convertías en uno de ellos.
Traté de interponerme entre ellos y tú pero pasaron como si no existiera,llegaron hasta el auto en el que te habías metido y comenzaron a buscar por donde entrar, comenzaron a golpear los vidrios hasta que se estrellaron, uno de ellos subió al techo e intentó entrar por el quemacocos, cuando de pronto se escuchó algo, un sonido como de un animal, un animal muy grande que gemía intimidantemente. Los fríos comenzaron a temblar y a orinarse encima, metiendo la cola entre laspatas y retrocediendo poco a poco, hasta que desaparecieron entre los árboles.
Una vez que se fueron el sonido cesó, lo sustituyeron unos pasos intimidantes, pesados, como cuando caminas descalzo sobre un piso de duela. Entre dos coches apareció una sombra, como de un oso, alta y con apariencia de hocico apuntando hacia arriba. Antes de que saliera de entre las sombras se escuchó: “¿Eres pendejo?”,esa frase se escuchaba tan normal que resultaba extraño, y rápidamente saliste del coche, aunque sin bajar la escopeta cargada en tus manos sudorosas y sangrientas. “Si, mira namás la cara de idiota que te cargas, quien sabe como no te has hecho perro todavía.” Dijo el ahora alumbrado hombre que vestía un penacho emplumado con un águila en la cabeza. “¿Y tu que pedo?, ¿te vas a quedar mirándome...