Perros
Juanito fue uno de los tipos más malos que yo haya conocido, y uno de los más divertidos. Decía cosas horribles de la otra gente, con tal encanto que uno le perdonaba las cosas igualmente horribles que decía de uno por detrás. Puesto que odiamos caer en nada que huela a maledicencia, agradecemos siempre a quienes lo hacen por nosotros y lo hacen bien. Y Juanito lohacía de veras bien.
Naturalmente, Juanito tenía un vasto círculo de amistades; y como ponía cierto esmero en seleccionarlas, resultaba que gran parte de ellas eran personas cuyos balances bancarios les permitían aceptar con indulgencia sus criterios, bastante unilaterales, sobre la hospitalidad. Así, aunque era hombre de escasos recursos, se las arreglaba para vivir cómodamente de acuerdo a susingresos, y aún más cómodamente de acuerdo a los de diversos compañeros de carácter tolerante.
Pero con los pobres o los de estrechos fondos como él, su actitud era de ansiosa vigilancia. Parecía acosarlo el constante temor de que la más mínima fracción de una moneda o un franco, o cualquiera que fuera la moneda de turno, extraviaran el camino de su bolso o provecho y cayera en el de algúncompañero de apuros. De buen grado ofrecía un cigarro de dos francos a un rico protector, bajo el precepto de obrar mal para lograr el bien; pero me consta que prefería entregarse al paroxismo del perjurio antes que declararse en culpable posesión de un céntimo cuando hacía falta dinero suelto para dar propina a un mesero. La moneda le habría sido debidamente restituida a la primera oportunidad-él habría tomado medidas preventivas contra el olvido de parte del prestatario-, pero a veces ocurrían accidentes, e incluso una separación temporal de su penique o su era una calamidad que debía evitarse.
El conocimiento de esta amable debilidad daba pie a la perpetua tentación de jugar con el miedo que Juanito tenía de cometer un acto de largueza involuntaria. Ofrecerse a llevarlo en uncoche de alquiler y fingir no tener dinero suficiente para pagar la tarifa, o confundirlo pidiéndole prestados seis peniques cuando tenía la mano llena de monedas de vuelta, eran algunos de los menudos tormentos que sugería el ingenio cuando se presentaba la ocasión. Para hacer justicia a la habilidad de Juanito, hay que decir que, de una forma u otra, solucionaba los dilemas más embarazosos sincomprometer en absoluto su reputación de decir siempre "No". Pero, tarde o temprano, los dioses brindan una ocasión a la mayoría de los hombres, y la mía me llegó una noche en que Juanito y yo cenábamos juntos en un barato restaurante de bulevar. (A no ser que estuviera expresamente convidado por alguien de renta intachable, Juanito acostumbraba refrenar su apetito por la vida lujosa; y sólo en tanfelices ocasiones le daba rienda suelta). Al final de la cena recibí aviso de que se requería mi presencia con cierta premura y, sin hacer caso a las agitadas protestas de mi compañero, alcancé a gritarle, con sevicia: "¡Págame lo mío; mañana arreglaremos!" Temprano en la mañana, Juanito me atrapó por instinto mientras yo caminaba por una callejuela que casi nunca frecuentaba. Tenía cara de nohaber dormido.
-Me debes los dos francos de anoche -fue su saludo.
Le hablé evasivamente de la situación en Portugal, donde al parecer se fermentaban más conflictos. Pero Juanito me escuchó con la abstracción de una víbora sorda y pronto volvió al tema de los dos francos.
-Me temo que quedaré debiéndotelos -le dije, con tanta ligereza como brutalidad-. No tengo ni un peso.
Y añadí,falsamente:
-Me marcho por seis meses, si no más.
Juanito no dijo nada, pero sus ojos se abultaron un poco y sus mejillas adquirieron los abigarrados colores de un mapa etnográfico de la península balcánica. Ese mismo día, al ocaso, falleció. "Ataque al corazón", dictaminó el doctor. Pero yo, que estaba más al tanto, supe que había muerto de aflicción.
Surgió el problema de qué hacer...
Regístrate para leer el documento completo.