Personajes principales de amalia
Luisa
General Mariño
La primera curación
Cuando Daniel colocó a Eduardo sobre el sofá, Amalia, pues ya distinguiremos por su nombre a la joven prima de Daniel, pasó corriendo a un pequeño gabinete contiguo a la sala, separado por un tabique de cristales, y tomó de una mesa de mármol negro una pequeña lámpara de alabastro, a cuya luz la joven leía lasMeditaciones de Mr. Lamartine cuando Daniel llamó a los vidrios de la ventana, y volviendo a la sala, puso la lámpara sobre una mesa redonda de caoba, cubierta de libros y de vasos de flores.
En aquel momento Amalia estaba excesivamente pálida, efecto de las impresiones inesperadas que estaba recibiendo, y los rizos de su cabello castaño claro, echados atrás de la oreja pocos momentos antes, noestorbaron a Eduardo descubrir, en una mujer de veinte años, una fisonomía encantadora, una frente majestuosa y bella, unos ojos pardos llenos de expresión y sentimiento, y una figura hermosa, cuyo traje negro parecería escogido para hacer resaltar la reluciente blancura del seno y de los hombros, si su tela no revelase que era un vestido de duelo.
Daniel se aproximó a la mesa en el acto en que Amaliacolocaba la lámpara, y tomando las pequeñas manos de azucena de su hermosa prima la dijo:
-Amalia, en las pocas veces que nos vemos, te he hablado siempre de un joven con quien me liga la más íntima y fraternal amistad; ese joven, Eduardo, es el que acabas de recibir en tu casa, el que está ahí gravemente herido. Pero sus heridas son oficiales, son la obra de Rosas, y es necesario curarlo,ocultarlo, y salvarlo.
-¿Pero qué puedo hacer yo, Daniel? -le pregunta Amalia toda conmovida y volviendo sus ojos hacia el sofá donde estaba acostado Eduardo, cuya palidez parecía la de un cadáver, contrastada por sus ojos negros y relucientes como el azabache, y por su barba y cabellos del mismo color.
-Lo que tienes que hacer, mi Amalia, es una sola cosa; ¿dudas que yo te haya querido siempre comoun hermano?
-¡Oh, no, Daniel; jamás lo he dudado!
-Bien -dice el joven poniendo sus labios sobre la frente de su prima-, entonces lo que tienes que hacer, es obedecerme en todo por esta noche; mañana vuelves a quedar dueña de tu casa, y de mí, como siempre.
-Dispón; ordena lo que quieres; yo no podría tampoco concebir una idea en este momento -dijo Amalia, cuya tez iba volviendo a su rosadonatural.
-Lo primero que dispongo es que traigas tú misma, sin despertar a ningún criado todavía, un vaso de vino azucarado.
Amalia no esperó oír concluir la última sílaba y corrió a las piezas interiores.
Daniel se acercó luego a Eduardo, en quien el momentáneo descanso que había gozado empezaba a dar expansimiento a sus pulmones, oprimidos hasta entonces por el dolor y el cansancio, y le dijo:-Esta es mi prima, la linda viuda, la poética tucumana de que te he hablado tantas veces, y que después de su regreso de Tucumán hace cuatro meses que vive solitaria en esta quinta. Creo que si la hospitalidad no agrada a tus deseos, no les sucederá lo mismo a tus ojos.
Eduardo se sonrió, pero al instante volviendo su semblante a su gravedad habitual, -exclamó:
-¡Pero es un proceder cruel; voy acomprometer la posición de esta criatura!
-¿Su posición?
-Sí, su posición. La policía de Rosas tiene tantos agentes cuantos hombres ha enfermado el miedo. Hombres, mujeres, amos y criados, todos buscan su seguridad en las delaciones. ¡Mañana sabrá Rosas dónde estoy, y el destino de esta joven se confundirá con el mío!
-Eso lo veremos -dijo Daniel arreglando los cabellos desordenados deEduardo-. Yo estoy en mi elemento cuando me hallo entre las dificultades. Y, si en vez de escribírmelo, me hubieses esta tarde hablado de tu fuga, ciento contra uno a que no tendrías en tu cuerpo un solo arañazo.
-Pero, tú ¿cómo has sabido el lugar de mi embarque?
-Eso es para despacio -contestó Daniel sonriéndose.
Amalia entró en ese momento trayendo sobre un plato de porcelana una copa de cristal...
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