pesadilla en vancouver
Pesadilla en Vancúver
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Eric Wilson
ediciones
Joaquín Turina 3928044 Madrid
Eric Wilson Pesadilla en Vancúver
Colección dirigida por Marinella Terzi
Primera edición: diciembre 1982 Decimosexta edición: octubre 1994
Traducción del inglés: Pedro Barbadillo
Ilustraciones: Tom McNeely
Cubierta: Ángel Esteban
Título original: Vancouver Nightmare
(Publicado en Inglaterra por The Bodley Head Ltd., 1978)
© Texto: Eric Hamilton Wilson, 1978
© Ilustraciones: The Bodley Head, 1978
© De esta edición: Ediciones SM, 1982
Joaquín Turina, 39 — 28044 Madrid
Comercializa: CESMA, SA — Aguacate, 25 — 28044 Madrid
ISBN: 84‐348‐1138‐3
Depósito legal: M‐31708‐1994
Fotocomposición: Secomp
Impreso en España/Printed in Spain
Imprenta SM ‐ Joaquín Turina, 39 — 28044 Madrid
Edición digital: Marzo 2007.
Scan: Adrastea
Corrección: Alicia
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Eric Wilson Pesadilla en Vancúver
A Bob Linnell
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Eric Wilson Pesadilla en Vancúver
1
EL ATAÚD estaba abierto y el ambiente que se respiraba era lúgubre y triste.
Tom se aproximó, latiéndole el corazón, y vio el cuerpo del Conde Drácula,
cuya cabeza reposaba en un almohadón de satén. Tratando de acostumbrar su vista a la oscuridad, vio sangre en los dientes del vampiro.
Sin previo aviso, Drácula comenzó a moverse.
Al principio sólo se estremeció levemente, pero luego, rápida y velozmente,
se sentó, acercando sus terribles colmillos, teñidos de sangre, a la garganta de
Tom.
Tom dio un salto hacia atrás, asustado. Al mismo tiempo, y para alivio suyo, Drácula retrocedió y su cabeza volvió a reposar en el almohadón de satén.
Temblando, se volvió a Dietmar.
—Este sitio me da grima —susurró—. Vámonos fuera.
Dietmar asintió y subieron juntos las escaleras, deteniéndose fuera al calor
del sol. Sobre sus cabezas se podía leer: Museo de Cera de Gastown. ¡Visite la
Cámara de los Horrores!
Dietmar se rió. —Fue algo fantástico, Austen. Cuando se sentó Drácula, casi te sales fuera
de tu piel, del salto que diste.
—No creas —dijo Tom, enrojeciendo bajo sus pecas—. Se necesita algo más
que un monstruo mecánico para asustarme, Oban.
—Entonces, volvamos. No he tenido tiempo de ver bien el monstruo del
espacio.
—Olvídalo —dijo Tom—. Estoy hambriento. Además, ahí vienen mis
abuelos.
Ambos se dirigieron hacia una pareja de pelo blanco, que estaban
examinando unos cinturones de cuero en un puesto callejero.
—¡Eh, abuela, abuelo! —dijo Tom—. La Cámara de los Horrores resulta
fantástica, sobre todo cuando me preguntaron si podían contratar a Dietmar.
La abuela sonrió.
—Vamos a invitaros a comer.
—¡Estupendo! —dijo Dietmar.
‐ 5 ‐Eric Wilson Pesadilla en Vancúver
El abuelo observó los turistas que rondaban por Maple Square, tomó a la
abuela por la mano y se dirigió hacia Water Street.
—Hasta hace poco —dijo señalando los edificios de ladrillo rojo de la
calle—, donde están todas esas tiendas era el centro de Skid ...
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