petalos en la tormenta
PETALOS EN LA TORMENTA
MARY JO PUTNEY
Capitulo 1 3
Capitulo 2 8
Capitulo 3 15
Capitulo 4 20
Capitulo 5 25
CAPITULO 6 30
Capitulo 7 35
Capitulo 8 39
Capítulo 9 44
Capítulo 10 50
Capítulo 11 54
Capítulo 12 58
CAPITULO 13 62
Capítulo 14 66
Capítulo 15 70
CAPITULO 16 74
Capítulo 17 78
Capítulo 18 82
CAPITULO 19 87
CAPITULO 20 92CAPITULO 21 96
CAPITULO 22 102
Capitulo 23 108
Capítulo 24 111
CAPITULO 25 114
CAPITULO 26 118
Capitulo 27 120
Nota histórica 127
Capitulo 1
—¿Qué demonios significa esto?
Era el grito de combate de un marido furioso; Rafe lo habría reconocido en cualquier parte. Ahogó un suspiro; al parecer iba a presenciar una fea escena emotiva del tipo que más detestaba. Soltó a la encantadoradama que tenía en sus brazos y se volvió a mirar al hombre que acababa de irrumpir en el salón.
El recién llegado era más o menos de su misma altura y edad, entre 33 y 36 años. Aunque tal vez en otras circunstancias sería un hombre agradable, en aquellos momentos parecía estar dispuesto a cometer un asesinato.
—¡David! —exclamó lady Jocelyn Kendal y avanzó muy feliz hacia su marido, pero se detuvoen seco al ver su expresión.
La tensión entre marido y mujer vibraba como un tambor en el silencio de la sala.
—Es evidente que mi llegada ha sido inesperada y molesta —dijo el recién llegado con voz ronca y furiosa, rompiendo el silencio—. Este es el duque de Candover, supongo. ¿O es que ahora concedes tus favores a un círculo más amplio?
Esas palabras hicieron estremecer a lady Jocelyn.
—SoyCandover —dijo Rafe tranquilamente—. Lo siento, pero no recuerdo su nombre, señor.
—Presteyne —contestó el otro, conteniendo el visible deseo de arrojar fuera al invitado de su esposa—, el marido de esta señora, aunque no por mucho tiempo. —Volvió su dura mirada a lady Jocelyn—. Mis disculpas por interrumpir tu diversión. Recogeré mis pertenencias y no volveré a molestarte nunca más.
Dicho eso,Presteyne salió del salón dando un portazo que estremeció las paredes. Rafe se alegró de verle la espalda; aunque era experto en todo tipo de deportes caballerosos, una reyerta con un marido furioso de porte militar no estaba en los primeros lugares de su lista de placeres.
Por desgracia la escena no acabó allí, porque lady Jocelyn se dejó caer en un sillón tapizado en raso y comenzó a sollozar.Rafe la miró exasperado; le gustaba que sus aventuras fueran alegres, de placer mutuo, y sin recriminaciones, y jamás habría tocado a lady Jocelyn si ella no le hubiera dicho que su matrimonio lo era sólo de nombre. Ciertamente le había mentido.
—Por lo visto tu marido no comparte tu idea de que el matrimonio es sólo de conveniencia.
Ella levantó la cabeza y lo miró como sin comprender, como sise hubiera olvidado de su presencia.
—¿Cuál es tu juego? —le preguntó irritado—. Tu marido no me parece el tipo de hombre al que se puede manipular inspirándole celos. Podría dejarte o retorcerte el pescuezo, pero no va a entrar en tu juego de tener amantes.
—No ha sido un juego —contestó ella con voz trémula—. Quería descubrir qué hay en mi corazón. Sólo ahora sé lo que siento por David, ahoraque es demasiado tarde.
La irritación de Rafe se evaporó al ver su juventud y vulnerabilidad. En otro tiempo él también había sido joven, también se había sentido confuso, y la angustia de la joven era un claro recordatorio de lo desastroso que puede ser el amor.
—Estoy comenzando a sospechar que bajo tu fachada tan refinada late un corazón romántico —le dijo con ironía—. Si es así, ve a buscara tu marido, echa tu encantadora personita a sus pies y pídele humildes disculpas. Deberías ser capaz de hacer que lo reconsiderara, al menos por esta única vez. Un hombre es capaz de perdonar muchas cosas a la mujer que ama. Sólo procura que no te vuelva a sorprender en los brazos de otro. Dudo que te perdone una segunda vez.
Ella lo miró con los ojos muy abiertos.
—Tu sangre fría es...
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