Peyo merce
Y se oyó el seco y violento chocar de las cornamentas. Acreció el gritoensordecedor de la peonada. -Dale, jey... Josco.Las cabezas pegadas, los ojos negros y refulgentes inyectados desangre,los belfos dilatados, las pezuñas firmemente adheridas a la tierra, laspatas traseras abiertas, los rabos leoninos erguidos, la trabazón rebullentede los músculos ondulando sobre las carnesmacisas.Colisón de fuerzas que por lo potentes se inmovilizaban. Ninguno cejaba;parecían como estampados en la fiesta de colores del paisaje.La baba se espesaba. Los belfos ardorosos resonaban comofuelles.Separaron súbitamente las cornamentas y empezaron a tirarsecornamentas ladeadas, tratando de herirse en las frentes. Los cuernossonaban como repiquetear de castañuelas. Y volvieron a unir lastestasflorecidas de puñales.Un agregado exclamó: -El blanco es más grande y tiene más arrobas.Y el Jincho con rabia le ripostó: -Pero el Josco tiene más maña y más cría.El toro blanco, haciendo un supremoesfuerzo, se retiró un poco y avanzóegregio, imprimiéndole a la escultura imponente de su cuerpo toda lafuerza de sus arrobas. Y se vió al Josco recular arrollado por aquellaavalancha incontenible.-Aguantemi Josco- gritaba desesperado el Jincho. -No juya; usté eh deraza.El Josco hincaba las patas traseras en la tierra buscando un apoyo pararesistir, pero el blanco lo arrastraba. Dobló los corvejonestratando dedetener el empuje, se irguió nuevamente y "rebuleó" rápido hacia atrásamortiguando la embestida del blanco.-Lo ve; es mah grande- añadió con pena un agregado.-Pero no juye- le escupió elJincho.Y las patas traseras del Josco toparon con una eminencia en el terreno, lacual le sirvió de sostén. Afirmado, sesgó a un lado, zafando el cuerpo a laembestida del blanco, que se perdió en el vacío.A éste le faltó elequilibrio, y el Josco, aprovechándose del desbalance del contrario, volteórápido y le asestó una cornada certera, trazándole en rojo sobre el albocostado una grieta de sangre. El...
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