Picarezca
Sin embargo, en una lectura profunda, podemos reconocer que aquella realidad no dista, con excepción de algunosaspectos, de la realidad actual, seis siglos después.
La sociedad que da lugar a la iniquidad en la que vive el lazarillo, es tan injusta como la quehoy permite centenares de niños en situación de calle. El lazarillo es el niño que hoy duerme a la intemperie en la puerta de un bar, el niñoexplotado en una fábrica de calzado, el niño que hace malabares o limpia vidrios en los semáforos, a quienes, tal como a él, les es arrancada la inocencia desus pequeños cuerpos, al tener que, a la fuerza, agudizar su ingenio para sobrevivir.
El hecho de que muchos no encontremos la relación entre ambasrealidades, y que únicamente percibamos la inmoralidad en la que no vivimos, tiene que ver con la disparidad entre nuestra mayor capacidad de juzgar lo yajuzgado por otros y nuestra menor capacidad de juzgar lo nunca juzgado. Es decir, nos es más fácil repudiar los actos de injusticia social queanteriormente se daban y que repudiar las enmarcadas en nuestra cotidianeidad.
Por eso, deberíamos intentar reducir esa brecha, deberíamos poder luchar pordejar atrás las conductas abusivas y arbitrarias de las que somos hoy parte, para, en lugar de estancarnos, continuar con el cambio y el avance social.
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