pie perdido
La tragedia ajena nos lastima más cuando se hace propia. Una afirmación tan evidente como esta es ignorada casi siempre, sin embargo. Los gringos tienen un dicho sobre este tema queme parece acertado: “Si no fuera por la gracia de Dios, yo me vería hoy en esos aprietos”, dicen cuando ven arder la casa de una familia.
En mi caso no se trata de una casa sino de un pie. El derecho,para ser exacto.
La historia de este pie no comenzó con el mismo pie sino con el de un extraño que, por puro azar, vivió durante muchos años en la casa del frente.
Si no fuera por su pie, yo no lorecordaría con tanto detalle: era alto, delgado, cuidadoso en el vestir, receloso con los extraños, elegante porque su blanca cabeza hacia contraste agradable con su piel oscura, un poco incómodo casisiempre porque parecía más grande que los objetos que le rodeaban. Eso le hacía parecer torpe cuando se movía.
Lo habré visto entrar o salir cientos de veces; no recuerdo más de dos: la primera se diocuando salió de su casa con grandes esfuerzos, se metió en su automóvil, arrancó y se fue despacito, despacito a treparse a su propia vereda, dio contra su propia puerta de calle y quedo allí,inmóvil, dentro de un auto que hacia tronar su bocina.
Fue cuando lo sacaron que noté la diferencia: no llevaba nada en lugar del pie derecho. Sabrá Dios cuando lo habría perdido.
Me imaginé la situación:después de meses encerrado en su casa y en su cama, saliό por primera para manejar como en sus mejores tiempos pero olvidό que no era el mismo de antes y tratό de frenar con un pie ausente…
Hará unosdoce años que vi esa escena desde mi ventana. La segunda vez fue hoy, cuando lo vi salir, como dicen también los gringos, con las botas… Es este caso, con la bota por delante.
Como aquella vez, lo vipasar encabezando su propio cortejo fúnebre y me maravillé ante el cuidado que pusieron parientes y amigos en dar solemnidad a ese desfile. Les tomό casi una hora, tiempo suficiente para rumiar...
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