Pipo viaja a grecia
Sigilosamente, Ludovico bajó las angostas escaleras hacia el sótano de la vieja y poco mantenida casa donde residían él y Pipo, su dueño. Hacía ya casi un día que su recipientede comida había quedado vacío, pero como era de costumbre, Pipo había olvidado rellenarlo, al igual que olvidaba la mayoría de las tareas que se le imponían. Una mezcla de olores no muy agradablesinvadían el sótano de la casa, ya que quién sabe cuánto tiempo llevaba este solitario hombre encerrado en esa pequeña pieza trabajando en su proyecto, sin siquiera darse una pausa para tomar una siesta.La idea de esta máquina del tiempo había obsesionado a Pipo desde una muy temprana edad, ya que desde los 9 años había estado fascinado con la antigua Grecia sin razón alguna. Tan así fue que a los16 años ya hablaba un griego extremadamente fluido y era capaz de nombrar cada Basileo que había existido en esta época que abarcó más de un milenio. Y quizás por eso fue que su vida se tornó tansolitaria, pero él no le daba la más mínima importancia, simplemente se interesaba en su proyecto de viajar en el tiempo hasta esta época tan importante para él.
De a poco el gato se fue acercandohacia él y comenzó a maullar y frotarse contra el banco en el que estaba sentado para reclamar la comida que su pequeño estómago gatuno anhelaba ingerir.
-¡Sal, Ludovico! ¡Estoy trabajando, no tengotiempo ahora!—fue la única reacción que pudo apreciar el pobre gato gris de parte de su dueño…
De repente “¡Eureka!” gritó Pipo dando saltos alrededor de Ludovico y haciéndolo bailar. “¡Lo logré, porfin!” festejaba exultante, “¡La antigua Grecia por fin será mía!”. El gato desconcertado y muy asustado, corrió a esconderse lejos de tal alboroto.
Lo que Pipo había logrado se parecía bastante más aun pozo de agua que a una máquina del tiempo; un propulsor de rayos láser generaba una gran masa de energía que perforaba el suelo. Una perilla y un tablero digitales indicaban el lugar en el tiempo...
Regístrate para leer el documento completo.